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Porky y cerebro

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Desde tiempos ancestrales, en algunas civilizaciones, se consideraba al corazón como la sede de la mente. Los egipcios decían, que el corazón estaba en nosotros para que recordásemos lo que habíamos olvidado. De hecho, la palabra “recordar”, que viene del latín «recordari», formado de re (de nuevo) y cordis (corazón), significa «volver a pasar por el corazón».

A medida que nuestra cultura  fue evolucionando y se fue haciendo más científica, ese enfoque fue cambiando. La sede de la mente, es decir, de los pensamientos y de las emociones, se trasladó al cerebro, y el corazón pasó a ser considerado solo como la bomba que impulsa la sangre a todas las partes del cuerpo.

La investigadora española, Nazareth Castellanos -licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia ̶ ha dedicado más de veinte años a la investigación de cómo el cerebro se comunica con el resto del cuerpo. Los hallazgos de cómo lo hace con el corazón,  demuestran que nuestros ancestros no estaban tan equivocados.

Explica Castellanos, que el bombeo cardíaco no es absolutamente rítmico, tiene cierta flexibilidad; a esa flexibilidad se le llama la variabilidad cardíaca. Se ha demostrado que, a mayor variabilidad cardíaca, mayor es la capacidad cognitiva, aumenta la memoria, aumenta nuestra fluencia verbal, y aumenta nuestra capacidad de atención.  

Hasta hace muy poco, unos 3 o 4 años, señala Castellanos, se comenzó a estudiar con mayor intensidad, esa interacción directa entre el cerebro y el corazón, una comunicación que está mediada a través del nervio vago, que enlaza todo nuestro cuerpo con el cerebro. 

Nuestro cerebro responde a los latidos del corazón; las neuronas cambian su actividad luego de cada latido. La neurociencia ve ahora al corazón como la puerta de la percepción. Los estudios indican que percibimos lo que está pasando en el mundo exterior, solo cuando nuestro cerebro se comunica con el corazón. Interpretamos la realidad a través de las emociones, cuando  el corazón le comunica al cerebro todo el bagaje emocional que llevamos dentro. Esas corazonadas que todos hemos sentido, se traducen en interacciones eléctricas entre el cerebro y el corazón.

Se nos ocurrió desarrollar este tema de corazón y cerebro, cuando escuchamos hace solo unos días, que un equipo de cirujanos del Centro Médico de la Universidad de Maryland, había trasplantado con éxito, un corazón de cerdo genéticamente modificado a un hombre. Se trata de un hito para la medicina moderna, ya que todos los intentos anteriores de trasplante de órganos de cerdo a humano, no habían logrado superar el rechazo al órgano trasplantado, a las pocas horas.

El objetivo de los xenotrasplantes (cómo se denomina al trasplante de células, tejidos u órganos entre especies diferentes) no es que los órganos animales permanezcan en el cuerpo humano de forma indefinida. Se trata de un trasplante provisional, que se realiza con la finalidad de darle tiempo al paciente a que aparezca un órgano humano compatible. Es un paso histórico a la solución de la crisis de escasez de órganos, porque no hay suficientes corazones humanos de donantes para satisfacer la larga lista de receptores potenciales. 

Los cerdos han sido, durante mucho tiempo, una fuente potencial de trasplantes, ya que sus órganos son muy similares a los de los humanos. Nunca se imaginaron estos cerditos, que serian criados, no solo para beneficiarnos de sus exquisitos jamones, perniles y chicharrones, sino también para salvar vidas humanas.

Este significativo xenotrasplante, abrió las compuertas de nuestra imaginación. Nos surgieron decenas de interrogantes: ¿Qué tal si los cirujanos, considerando que es algo provisional,  se limitaron a completar solo las conexiones hidráulicas? ¿Qué tal si dejaron fuera esas conexiones corazón- cerebro que son determinantes para  percibir el mundo exterior? Si el paciente ahora se enamora ¿le atraerán las gorditas y piernúas?…

La ciencia se hizo cerebro-centrista, pero los artistas no cambiaron, han continuado creando poesía y cantándole al amor del corazón, jamás a la poco romántica materia gris del cerebro. Los científicos nunca podrán reproducir el corazón engendrado por una madre, elaborado con los más sublimes ingredientes de amor y ternura.

El corazón siente y percibe lo que el cerebro luego interpreta, por eso, como dice la popular canción venezolana: “…Cuando están enamorao mi coma’e no ven lo que van a  hacé…”

Mientras tanto, en Maryland, los cirujanos hacen seguimiento a la evolución del paciente, observando  con suspicacia sus particulares y sonoros ronquidos.

Lionel Álvarez Ibarra

Enero, 2022

“El corazón tiene razones que la razón ignora”,  Blaise Pascal 

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