(Por: Nelson Acosta Espinoza)
.-Finalmente obtuvimos confirmación. De una fuente inesperada: el Presidente Maduro. Si existen presos políticos en el país. Recientemente fueron excarcelados 110 personas. El Foro Penal de Venezuela, en su conteo, destaca que solo el 28% estaba encarcelado por razones políticas. Alfredo Romero, director de esta ONG señala “que fueron liberadas 50 personas que permanecían en centros penitenciarias o calabozos policiales o militares, lo que representa tan sólo el 13% del total de presos políticos que esta ONG contabiliza desde 2003. Es decir, de 386 privados arbitrariamente, siguen tras las rejas 336 ciudadanos”.
Parece oportuno hacer otras precisiones. Esta medida no puede ser concebida como un indulto- “El indulto corresponde de acuerdo a la ley, a personas que han sido condenadas, por lo tanto el gobierno no puede indultar jamás a una persona que jamás ha estado en un tribunal”. Igualmente, tampoco cabe el sobreseimiento, de acuerdo al Código Orgánico Procesal Penal, este se aplica cuando la causa se cierra por falta de pruebas.
Es evidente que más allá del beneficio y alegría que esta medida proporcionó a sus favorecidos, su diseño se inscribe en una maniobra electoral con la finalidad de perpetuarse en el poder. Desde luego se encuentra articulada a otras iniciativas que sirven al mismo propósito. Mencionemos algunas: designación a dedo a unos rectores del CNE, que su primera medida fue aumentar el número de diputados y, así, implementar una reingeniería de los circuitos electorales favorables al madurismo; la creación por parte del CNE de un sistema de votación indirecta para intentar coaptar a los tres diputados representantes de los pueblos y comunidades indígenas y, finalmente, el desconocimiento del liderazgo histórico de los partidos políticos y el secuestro de sus simbologías.
Es importante subrayar que estas medidas se inscriben en un diseño político de naturaleza estratégica que tiene como objetivo desmantelar el contenido liberal que aun se expresa en algunas de nuestras prácticas democráticas. Con esta finalidad se entiende el propositito de apoderarse de los “árbitros” que cumplen la función de servir de contrapeso al poder democrático. Es así como se ha colonizado el poder judicial, a la autoridad electoral y a otros órganos autónomos importantes del estado con la finalidad de contar con un conjunto de instancias para conformar una fortaleza de arbitrariedad y de hostigamiento a sus adversarios. En un segundo momento de esta estrategia se pasa a marginar por diversos medios a la oposición política, coaccionar con más intensidad a los medios de comunicación e introducir modificaciones en las reglas de juego con el propósito de acrecentar su poder y disociar paulatinamente la continuidad de su poder político de ejercicios electorales competitivos.
Existen dos regímenes, entre otros, que ejemplifican esta estrategia. Me refiero a la Hungría de Viktor Orban y la Turquia de Tayyip Erdogan. Según Varieties of Democracy y Freedon House Hungría, ha perdido su estatus de democracia. Bajo el mandato de Viktor Orban se han celebrado elecciones pero la libertad de prensa y la división de poderes no se respetan.
En Turquía, igualmente, se celebran elecciones y algunas de ellas han sido ganadas por la oposición pero Erdoğan ha puesto en marcha reformas constitucionales para cimentar su poder mientras perseguía a periodistas críticos o purgaba la administración de opositores.
Aquí vale la pena detenerse brevemente. Me voy a permitir hacer el siguiente señalamiento. Probablemente suene extraño en los oídos de algunos de mis lectores. Celebrar elecciones no garantiza el carácter democrático de un régimen político. Después de todo Hitler en Alemania, Fujimori en Perú, Alexander Lukashenko en Bielorrusia, por mencionar unos casos, fueron electos democráticamente. En otras palabras, se requiere de algo más. Es indispensable la presencia, cultivo y respecto de valores liberales, como imperio de la ley, separación de poderes, protección a las libertades de pensamiento, reunión, religión y propiedad. Y este conjunto de libertades, que bien pueden denominarse liberalismo constitucional, no se encuentran necesariamente articuladas a la democracia. De hecho, no siempre estas dos dimensiones han estado asociadas. Lo que podemos observar en nuestro país es que mientras la democracia restrictiva ha florecido, la libertad se ha empequeñecido.
Estas consideraciones me permiten señalar que votar o no votar en las elecciones parlamentarias del mes de diciembre es un falso dilema. Soy de la idea que hemos llegado a un punto a partir del cual debemos intentar el diseño de un nuevo proyecto de país. Es
indispensable entender que se ha cerrado un periodo histórico y hay que ubicarse a tono con esta circunstancia. Participar en la elección parlamentaria sólo serviría para apuntalar al régimen y al modo de vida político que este expresa.
En lo inmediato hay tareas que deben ser asumidas y transformadas en objetivos políticos, no electorales. Aquí me pliego a lo expuesto por el padre Ugalde. Me refiero al rescate de los sistemas de salud y de educación en todos los niveles y de los poderes del Estado, sus instituciones y servicios públicos.”Son exigencias y movilizaciones que no se pueden dejar
para mañana y menos para el año que viene. Es aquí –y no en campañas electorales para perpetuar el régimen- donde renace la conciencia política liberadora y se centra la acción de toda la sociedad civil”.
Estamos frente una oportunidad de diseñar una apuesta estratégica que marque la diferencia con lo acontecido en la IV y V república. Construir una democracia donde florezca la libertad en sus más diversas expresiones.