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Valencia, su liceo Pedro Gual y los años sesenta (Parte I)

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(Por: Lionel Álvarez Ibarra)

Pedro Gual fue un abogado y político venezolano quien colaboró con Bolívar en la causa independentista. Participó en la creación de la política exterior de Venezuela, por lo que es considerado como nuestro primer diplomático. Llegó a ejercer en varias oportunidades, de manera interina y por lapsos breves, la Presidencia de la República. Falleció en Guayaquil, y sus restos reposan en la Catedral de Bogotá.

Este insigne venezolano, dio su nombre al instituto de educación media que por décadas fue considerado el más importante y completo de Valencia y del estado Carabobo. Nos referimos al Liceo Pedro Gual, cuya primera sede estuvo ubicada en el edificio donde funcionó la antigua Universidad de Valencia, que posteriormente ocupó, por muchos años, la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo.

La construcción de la nueva sede en la Avenida Bolívar, se decretó durante la presidencia de Isaías Medina Angarita, en los años cuarenta, y no es obra de Pérez Jiménez, como algunos creen. El diseño estuvo a cargo del arquitecto Cipriano Domínguez, y formó parte de una serie de edificaciones con diseños similares que, con fines educativos, fueron levantadas en diferentes ciudades del país. Mi amigo Pedro Rivolta, también pedrogualense,  me asegura que dentro de ese grupo de edificios de arquitectura semejante, se encuentran los liceos: Simón Bolívar de San Cristóbal, el Libertador de Mérida, y algunos otros más. No pude corroborar esa información, pero confío en lo que dice Pedro, porque él no solamente sabe de Historia, es que, en gran parte ¡la ha vivido!

Miles de estudiantes han pasado por las aulas del Pedro Gual, y cada uno tendrá sus recuerdos y vivencias que, por supuesto, varían según la época. Solo puedo hablar por las mías, las que viví mientras estudié allí en los años sesenta -del 63 al 68-, un lustro dominado mundialmente por el fenómeno musical de los Beatles, y nuestras cabelleras, para disgusto de nuestros padres, comenzaron a crecer copiando a los melenudos de Liverpool. 

El liceo ocupaba toda una manzana y se entraba por el portón lateral derecho. Tenía una excelente infraestructura, con todas las dependencias y servicios necesarios para que una institución educativa de primera desarrollara sus actividades: auditorio, biblioteca, laboratorios de Mineralogía, Química, Física y Biología, además de un amplio cafetín. Las puertas de las aulas eran  de doble hojas con ventanillas de vidrio. Los salones tenían techos altos y grandes ventanales, lo que los hacían bastante frescos. Sus pisos eran de baldosas rojas, que el Sr. Izaguirre, el conserje, con su equipo de limpieza, se encargaba de mantenerlos siempre relucientes.

Al liceo se le podía recorrer y darle la vuelta completa internamente, atravesando tramos de caminerías rodeadas de pinos, en donde a menudo se iban a refugiar parejitas de enamorados. También tenía jardines internos, en uno de ellos estaba la estatua de Pedro Gual, y en otro, un grupo de estudiantes pertenecientes al club de jardinería, mantenían con plantas de diferentes colores el escudo del liceo. En la parte posterior estaban las canchas de básquetbol y voleibol. Allí cerca se estacionaba el autobús amarillo que diariamente hacia su recorrido por la ciudad para recoger estudiantes.

Las aulas estaban distribuidas en dos alas de dos niveles. Existía un tercer nivel en donde se encontraban unos grandes salones. En uno se realizaban las prácticas de Educación Física y en el otro estaba el Taller de Manualidades. En ese mismo nivel había una amplia terraza en donde las muchachas, como a escondidas de la vista de todos, practicaban gimnasia. Valencia era todavía una sociedad conservadora, a las muchachas les avergonzaba que las viesen en shorts,  no sabían que ya en ese momento en las calles de Londres, en la famosa “Carnaby Street”, la “minifalda” se imponía, y  las liberadas londinenses mostraban muchísimo más y con menos pudor.

A los varones no se les exigía uniforme, solamente que la camisa que llevásemos fuese manga larga, que portábamos con unos pantalones “tubitos” y “brincapozos” muy a la moda para esa época. Las muchachas sí llevaban uniforme, un jumper de color vinotinto, un color que las distinguía a leguas como estudiantes del Pedro Gual.

El auditorio era amplio, cómodo, con buen escenario, telón y camerinos. Allí se realizaban actos culturales y las graduaciones de los nuevos bachilleres. El liceo tenía estudiantina, orfeón, grupos de teatro y de danzas, que se mantenían activos todo el año.

En una oportunidad vino, desde Caracas, una delegación del Liceo Independencia para un intercambio cultural y deportivo. El Pedro Gual ganó en todas las competencias deportivas, y luego fuimos al auditorio para un intercambio musical. La representación del Pedro Gual era muy buena, pero los caraqueños trajeron un “gallo tapao”, una joven con extraordinaria voz, quien nos cautivó con una inigualable interpretación de “Sombra en los médanos“. No tuvimos más alternativas que “recoger los vidrios”, y reconocerla como la ganadora absoluta. Pocos meses después me sorprendió cuando la vi cantando por las pantallas de Radio Caracas Televisión, se llamaba Mayra Martí, quien luego se convertiría en una de las voces de oro de Venezuela.

Continuará…

Lionel Álvarez Ibarra

Marzo, 2022.

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