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Toda la vida en una sábana

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(Por: Arnaldo Rojas)

Hay muchas historias de escritura sanadora, pero ninguna como la de Clelia. Incluso, en su caso, podríamos hablar de escritura salvadora. Además, marcó un hecho sin precedentes en la historia de la literatura: escribió a mano toda su vida en una sábana.

Clelia Marchi fue una campesina que sólo pudo estudiar hasta el segundo grado de la escuela primaria y únicamente en invierno, porque en verano trabajaba en el campo. Casi toda su vida transcurrió en el valle del Po en el norte de Italia, donde había nacido en 1912. Allí conoció a su esposo Anteo cuando tenía 14 años, tuvieron 8 hijos y perdió a 4 de ellos.

Tras dos guerras mundiales y una vida de miseria, trabajo duro y dolor, cuando la pobreza ya no acechaba su hogar, los niños ya no lo eran y la edad prometía cierta serenidad, ocurrió una tragedia: su amado esposo murió atropellado por un auto en 1972. El mundo se le vino abajo. Sintiéndose «como una vid sin árbol», escribiría después, ya que escribir fue lo único que le alivió el alma cuando se quedó sola. Y escribió como a veces se llora, desenfrenadamente.

Todos los papeles, folletos, libretas, cartulinas que encontró en su casa se fueron llenando de palabras. Hasta que se quedó sin nada en qué escribir. Entonces recordó que su maestra de la escuela le había contado sobre una momia vendada con un trapo de lino que tenía un texto en lengua etrusca.

«Pensé que, si ellos hicieron eso, yo también puedo hacerlo», recordaría Clelia. Inspirada, supo que tenía un trozo de tela ideal para salvaguardar el recuerdo de su vida con su Anteo, uno que los había acompañado en sus sueños y despertares: su sábana nupcial. Si ya no podía compartirla con él, la usaría para recoger el pasado. La sacó del armario donde la había guardado desde la muerte de su esposo, y en los más de dos metros de esa peculiar página blanca empezó a escribir todos sus recuerdos.

Noche tras noche, durante dos años, Clelia fue tejiendo una historia de miserias, dignidad y amor, línea tras línea. Cuando la sábana estuvo toda cubierta de recuerdos y reflexiones, escritos un poco en prosa, un poco en poesía y un poco en dialecto, la adornó. Cosió lazos rosa, una imagen sagrada, una de su esposo y una de ella; y le puso un título: Gnanca na busia («Ni siquiera una mentira«).

Si ya no podía compartirla en la cama con Anteo, compartiría con el mundo la íntima verdad del amor que se tuvieron. Se la llevó al alcalde del pueblo, quien, maravillado con la obra, pensó que el mejor destino para atesorarla era el Piccolo Museo del Diario en la ciudad de Pieve Santo Stefano.

Desde 1984, en este museo, la Fondazione Archivio Dualístico Nazionale (Archivo Nacional de Diarios) recopila y cataloga diarios, memorias y cartas de gente de todo el país y de todas las épocas. Es en ese museo donde está la sábana de Clelia.

Ella la entregó en 1986, tenía 74 años. Cuando el Archivo la recibió la reconoció no sólo como una obra única y hermosa sino como un documento valioso, un retrato de la Italia rural durante un siglo como ningún otro y le otorgó un premio especial. Cinco años después, se publicó como libro y fue un éxito.Clelia murió en su casa en 2006, a los 93 años. Pero gracias a que la escritura fue su bálsamo para la soledad, queda su historia como un extraordinario testimonio de vida. 

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