Columna: Mejor Vivir
(Por: Arnaldo Rojas)
.-¿Las mujeres que leen son peligrosas? ¿Son más peligrosas las mujeres que leen o las que no leen? ¿Fueron en el pasado más peligrosas las mujeres que leían que las de ahora? Un libro propone importantes reflexiones en torno a estas y otras interrogantes.
Relegadas tradicionalmente a un papel secundario y a menudo pasivo en la sociedad, las mujeres encontraron muy pronto en la lectura una manera de romper las limitaciones del mundo al que las confinaban. La lectura, para ellas, ha sido una puerta abierta al conocimiento, la imaginación, el acceso a otro mundo, un mundo de libertad e independencia, que les ha permitido desarrollarse y adoptar, poco a poco, nuevos roles en la sociedad.
Las mujeres que leen son peligrosas, es el provocador título de un libro de Stefan Bollmann (Ed. Maeva, España, 2006), en el cual a través de un recorrido por las numerosas obras de arte que reflejan la estrecha relación entre libros y mujeres, rinde un sentido homenaje a las mujeres y confirma el excepcional poder que confiere la lectura. Explora la representación femenina en la pintura desde la Edad Media hasta la actualidad, y se detiene en aquellos ejemplos en los que se ha retratado a la mujer en el íntimo acto de la lectura.
En el prólogo del libro, Esther Tusquets plantea las siguientes preguntas: ¿Las mujeres que leen son peligrosas? ¿Leer es una actividad de riesgo? ¿Son más peligrosas las mujeres que leen o las que no leen? ¿Fueron en el pasado más peligrosas las mujeres que leían que las de ahora? ¿Qué opinaban los hombres de las mujeres lectoras? ¿Y las propias mujeres? ¿Y las mujeres que no leían sobre las que sí lo hacían? ¿Cualquier lectura sirve para hacer más peligrosa a quien la lee? ¿Qué es el peligro en este contexto? ¿Peligrosidad e insumisión son sinónimas? ¿Las mujeres leen de un modo distinto al de los hombres?
Leer es peligroso, por supuesto. Ejercita los músculos del entendimiento, de la comprensión y de la empatía, los resortes de la rebeldía, de la disquisición, del conocimiento y, en ocasiones, de la indiferencia ante lo banal. La lectura es peligrosa desde el preciso instante en el que algunos se empeñaron en prohibirla a las mujeres.
Con enormes dificultades, en unas épocas más que en otras, las mujeres han leído. En 1523, el humanista español Juan Vives recomendaba a padres y esposos que no permitieran la lectura libre a las mujeres. Y advertía: “Las mujeres no deben seguir su propio juicio ya que tienen tan poco”. Pero ellas siguieron leyendo a escondidas, robando tiempo al tiempo, cambiando descanso por sueños. Unos siglos después del consejo de Vives, el librero suizo Johan Georg Heinzmann estableció un ranking absurdo donde afirmó que la lectura de novelas se podía considerar como la segunda calamidad de la época, tras la Revolución Francesa. El comerciante se refería a los lectores en general, pero otro censor de su época sentenció que las mujeres no podían leer novelas porque “alocan la imaginación, exaltan los malos pensamientos, llevan a las lectoras a imitar a las heroínas; las lectoras empiezan a languidecer, a no querer cumplir con sus obligaciones domésticas”.
El libro de Stefan Bollmann es muy ameno porque va contando la historia de la lectura femenina a partir de cuadros e imágenes de cada época hasta llegar al siglo XX, donde incluye una inusual foto de Marilyn Monroe leyendo un libro de lo más relajada. No se trata de una foto posada como la mayoría de las que conocemos de la diva, sino que fue capturada en el jardín de su casa leyendo nada más y nada menos que la novela “Ulises” de James Joyce. Al parecer Marilyn no era tan cabeza hueca como el estereotipo que nos vendieron y la lectura era una de sus costumbres preferidas. Leer también puede inducir a la conformidad y a la sumisión, si quien lee no lo hace con sentido crítico y planteándose nuevas preguntas. Pero lo que resulta realmente peligroso es no leer.