(Por: Nelson Acosta Espinoza)
A propósito del nuevo evento electoral y dadas las circunstancias de naturaleza política que envuelven este proceso, parece pertinente preguntarse cual narrativa le calza apropiadamente.
Antes de seguir adelante me voy a referir brevemente al concepto de narrativa y su relación con los estados emocionales.
Podemos afirmar que los estados emocionales están estrechamente asociados a los relatos que creamos para interpretar nuestras circunstancias. En la actualidad podemos señalar con cierto grado certeza que no existe una narrativa que cumpla, al mismo tiempo, con dos condiciones deseables: ser mayoritariamente compartida e infundir estados emocionales positivos.
Los venezolanos tenemos por delante una tarea inmediata. Es imperativo construir una narrativa comprensiva capaz de articular las otras narrativas y adecuar nuestros estados emocionales al desafío de proporcionar un nuevo sentido a la práctica democrática.
Los aspirantes a participar en el próximo proceso electoral deben prestar atención a los estados de ánimos que prevalecen en la población. Estudios en esta área han señalado que “unas tres cuartas partes de la población que se define a sí misma como opositora al régimen afirma experimentar estados emocionales negativos (angustia, enojo, desilusión, desesperación). Estos estados de ánimo estarían también presentes en aproximadamente la mitad de quienes no se definirían políticamente e, incluso, en alrededor de una tercera parte de quienes se consideran chavistas”.
Estas circunstancias emocionales imponen desarrollar una campaña distinta a las tradicionales y, desde luego, alejarse de las ofertas electoreras que hoy día no interpelan a la población.
Lo que está en juego es el inicio de la construcción de un nuevo proyecto nacional que sepulte el régimen bolivariano y profundice los logros que prevalecieron en la llamada IV república. Para alcanzar los aciertos de esta dimensión es imperativo la formulación de un nuevo relato que dé cuenta de los estados emocionales que prevalecen en la población.
Desde luego esta no es una tarea fácil. Hay que desprenderse de viejos hábitos y ubicarse en un horizonte nuevo. Es indispensable la construcción de una narrativa esperanzadora.
La lucha entre los distintos grupos opositores que pugnan por imponer sus candidatos constituyen una réplica del pasado. No hay aliento renovador y disposición real de cambio. Esperemos que esta conducta se modifique en el futuro inmediato.
Voy a traer un ejemplo histórico de cómo un estado emocional fue transformado exitosamente en un relato político en circunstancias altamente comprometedoras. Me refiero al hecho histórico de la Segunda Guerra Mundial y la actuación política de su Primer Ministro Wiston Churchil-
“Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este gobierno no tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, sudor y lagrimas”.