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Reminiscencias de “El Bloque”

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(Por: Lionel Álvarez Ibarra)

.-No soy un teléfono celular de última generación, es cierto, pero pertenecí a la primera (1G), que es muy importante. Los jóvenes de hoy no me conocieron, y si saben de mi, será por referencias. En su momento, fui de lo más inteligente y mis usuarios me llevaban con presunción. ¡ALO!…¡ALO!… me gritaban a todo volumen, no porque el interlocutor no escuchase, simplemente querían llamar la atención, para que vieran que tenían un teléfono celular, una verdadera novedad en esos años ochenta.

La tecnología avanzó muy rápido, y mi vida útil fue muy efímera. Apenas salieron los celulares más pequeños y vistosos, comenzaron a llamarme «El bloque». Fui pasando de moda, y hasta en “antirrobo” me convertí, porque a nadie le provocaba robarme. Me podían dejar olvidado en cualquier lugar, podían regresar días después, y allí me conseguían, en el mismo sitio. Me daba vergüenza y hasta sentimiento, cuando mi dueño preguntaba por mi, y escuchaba que le decían: “¿Ah, el bloque? Sí, ahí lo dejaste, llévate tu vaina”.

Entre los nuevos teléfonos, uno que causó furor fue el canadiense BlackBerry. En las reuniones, eso parecía un repicar de campanas, las amigas diciendo: dame tu pin…dame tu pin…dame tu pin… Y la que no tenía pin, no estaba en nada ¡Todo era de pin..!

Las comparaciones son odiosas, y sería injusto que me comparasen con los nuevos celulares. Los actuales son verdaderas computadoras, más potentes que las que se utilizaron para llevar el hombre a la luna. Yo era grandote, fuerte y cuadrado, pero inofensivo; el peor daño que podía causar era que, me dejasen caer, y en mi trayectoria hacia el piso, le fracturase el dedo gordo del pie a alguien. Recuerden que yo pesaba ¡más de 800 gramos!

Siempre fui muy reservado, y no me entrometía en la vida de nadie. Tenía una sola función, la de comunicar a dos personas. Ni siquiera poseía memoria, los usuarios tenían que llevar, en una agenda aparte, los números de sus contactos. Pero los celulares de ahora, los que llaman   «smartphones», luego de que se ganan la confianza del dueño, le sacan toda la información de su vida, incluyendo sus más preciadas intimidades,  y le conocen  ¡hasta el epílogo!

Todo se complicó cuando comenzaron a adicionarle a mis nietos, una serie de funciones y aplicaciones que yo nunca me hubiese imaginado, y luego les dieron acceso, por primera vez, a la Internet, y a partir de ese momento, pasaron a ser  imprescindibles. Ahora  ¡guapos y apoyados!

Desde esta repisa, en donde me dejaron como adorno del pasado, reflexiono sobre la evolución de mi familia. Ya han pasado cinco generaciones desde que yo salí del mercado. Los nuevos móviles son mis descendientes, y me siento orgulloso por el nivel de inteligencia que han alcanzado, sin embargo siento el deber moral de alertar sobre el riesgo que ellos representan.

Sus pantallas generan placer, y se han convertido en la vía de escape del 90% de los jóvenes. ¿Cuál  es el problema de que sean su única vía de escape?  Que también generan aislamiento, y los jóvenes de hoy, conectan mejor con una pantalla que con una persona. Supe de un muchacho que había estado cortejando a una joven por Instagram, y en su primer encuentro personal, no logró mantener una conversación, ni transmitirle lo que sentía con sus «emoticones». La muchacha decepcionada le dijo: ¡Ay no mijo, ubícate! El enamorado virtual, activó el GPS de su celular y le dio las coordenadas exactas ¡en donde se encontraba!

Todavía en mi época, los seres humanos valoraban la paciencia. Todo lo que producía felicidad, como las relaciones con amigos y familiares, la relación de pareja, los logros académicos y profesionales, requería de esfuerzo, constancia y dedicación, y por supuesto, de un tiempo de espera hasta alcanzarlos. Pero eso ha cambiado, mis tataranietos más modernos, los que llaman de generación 5G, están haciendo sentir, que se pueden conseguir gratificaciones instantáneas, que se pueden comprar y obtener bienes y servicios fácilmente, y en pocas horas tenerlos «por delibery» en casa (publicidad no válida para Venezuela). Es la era de la inmediatez, lo que los psicólogos están llamando «la felicidad a golpe de click».

No puedo responsabilizar a los jóvenes, por permanecer conectados día y noche a un celular. Es la época que les ha tocado vivir, y como explicó Darwin, tienen que adaptarse al cambio para sobrevivir. Ellos deben aprovechar y disfrutar de todas esas herramientas y ventajas que la tecnología celular ha traído, pero teniendo cuidado de no quedar atrapados bajo esa complicada maraña de redes sociales.

La inteligencia humana nos creó, y será ella misma, la que deberá impedir que la inteligencia artificial se adueñe de sus mentes. Tienen que evitar que se haga realidad, aquella preocupación que manifestó Albert Einstein, cuando dijo: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas”

EL BLOQUE

Lionel Alvarez Ibarra
Agosto, 2021

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