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¿Por qué los hombres combaten por su sometimiento como si se tratara de su bienestar?

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(Por: Nelson Acosta Espinoza)

.-Hay una tarea que no ha sido asumida plenamente por la dirección política de la oposición. Me refiero a la reflexión que explique la carencia de éxito electoral y, en consecuencia, de su poca capacidad para transformar a los destinatarios de sus propuestas en interlocutores activos de las mismas. Esta es una tarea urgente. Los estudios de opinión sitúan a los adversarios del gobierno en un 80% y, sin embargo, esta mayoría no se ha trasformada, por ahora, en una de naturaleza electoral.

Debo admitir que esta afirmación suena un tanto tajante. Sin embargo, aquí cabria formular la célebre pregunta spinoziana: ¿Por qué los hombres combaten por su sometimiento como si se tratara de su bienestar? O en términos más sencillos ¿cómo explicar que en el marco de esta desastrosa situación una parte significativa de la población se encuentre un tanto indiferente a los procesos electorales venideros? Desde luego estas interrogantes apuntan al núcleo más relevante de la cultura política que ha prevalecido en el país. Me refiero a la construcción de relatos apropiados a las actuales circunstancias.

Una hipótesis que pudiera dar cuenta o explicación de lo planteado pudiera ser un excesivo racionalismo presente en la conducta de los núcleos dirigentes de la oposición democrática. Se apela a “razones” sin el debido sustento emocional que interpele a la ciudadanía en términos de sus identidades culturales y sociales. Vamos a estar claro, la crisis económica, por si misma, no provocara conductas que se diferencien radicalmente a las del oficialismo. Habría que construir algo más que articule esta realidad a una propuesta alternativa.

Me voy a permitir hacer una digresión de naturaleza teórica. Me refiero a referirme de manera sucinta a algunos aportes de las neurociencias a la política. En particular a los elaborados por George Lakoff y su teoría de los marcos mentales.

Para este autor la política no debe reducirse solamente a la lucha por el poder. Hay que añadir el enfrentamiento en la construcción de relatos, de emociones, sensaciones e historias personales a las que el individuo se siente fundamentalmente vinculado.

“Derecha” e “izquierda” , apunta este investigador, son los nombres convencionales de dos mentalidades y de dos maneras de usar el lenguaje. Por eso los valores que encarna un candidato o una ideología son más importantes para sus votantes que el estricto programa político”. Logra el poder (se supone “en una democracia”) quien es capaz de construir relatos que muevan a las gentes; y eso es independiente de que los relatos sean superficiales o profundos”.

En fin, son los relatos lo que nos intriga, lo que nos seduce y lo que nos mueve a obrar. Y por eso un político sin relato no gana las elecciones. 

Esta última afirmación es vital. En la actualidad somos testigos como el relato bolivariano se encuentra en un franco proceso de cronificación. Su retórica se encuentra plagada de repeticiones y estereotipos, en la que se reiteran fórmulas que se convierten en etiquetas con pérdida de conexión con la realidad mutante de la política. La narrativa chavista se encuentra agotada en espera de ser sustituida.

Los demócratas no han aprovechado plenamente esta circunstancia política. No han comprendido que los seres humanos no son estrictamente racionales, no han construido una narración propia; y por eso su estilo comunicativo ha envejecido.

Estas circunstancias conspiran para la elaboración de una nueva narrativa que oriente la estrategia democrática. Sin embargo, el próximo proceso electoral sería una buena oportunidad para explorar y practicar esta línea de reflexión.

Espero que así sea.

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