(Por: Lionel Álvarez Ibarra)
Contemplar el firmamento en una noche estrellada, es una de las experiencias más sublimes que nos brinda el creador. Con toda su bondad, nos abre las cortinas del cielo para permitirnos apreciar su obra en todo su esplendor.
Pero observar el firmamento en un cuadro de Vincent Van Gogh, es algo distinto. Es admirar la capacidad de este genio de la pintura, de plasmar en un lienzo, una noche estrellada, que por muy iluminada que esté ¡se trata de la oscuridad! ¡¿Cómo pintar la ausencia del color?! y todavía lograrlo con tanta luminosidad y belleza.
Lo máximo -pensé- debe ser contemplar un cuadro original. Le consulté a mi esposa si me quería acompañar a ver “Noche estrellada sobre el Ródano”, ¡y no se hizo rogar! Así que hicimos todos los preparativos y pocos meses después, estábamos en la Ciudad de la Luz.
Muy temprano, luego de desayunar en un café de los Campos Elíseos, tomamos el Metro que nos llevó hasta la estación Musée d’Orsay. El museo es hermoso y, a pesar de que el edificio fue totalmente rediseñado, todavía conserva esa atmósfera encantadora de antigua estación de tren.
Llegamos a la hora exacta de apertura. La galería alberga la mayor colección de obras impresionistas y post impresionistas del mundo. El edificio es inmenso, de tres plantas; una vez en su interior, logramos ubicar la Sala Van Gogh y rápidamente nos dirigimos a ella.
Una aglomeración de personas nos hizo inferir, que allí se encontraba la joya principal de la sala. Nos unimos a decenas de espectadores, cautivados de ver como la magia del neerlandés, reproduce la “oscuridad iluminada” de la noche.
En el lienzo, el cielo luce cubierto de una tenue bruma y las estrellas, rodeadas de un halo amarillento, parecieran adquirir movimiento. El río al frente, logra un mágico espejo multiplicador, con una docena de reflejos que provienen de las luces de las farolas del alumbrado público de la ciudad de Arles. Colores cálidos, amarillos y rojizos, rebotan sobre el agua azul del Ródano, dándole mayor luminosidad.
¡Hasta el marco dorado del cuadro, pareciera reflejar las luces que irradia la pintura!
Todos los cuadros de Van Gogh son admirables: sus paisajes bañados de sol, sus girasoles y sus reveladores autorretratos; pero nada más fascinante y excelso que sus resplandecientes escenas nocturnas. La noche fue para él, un escenario predilecto, una obsesión, y pintarla siempre le representó un desafío. En una oportunidad escribió: “Con frecuencia me parece que la noche es mucho más viva y tiene una mayor riqueza de colores que el día”. La noche era su refugio de los vaivenes de su vida y su conexión con la naturaleza. En una de sus tantas cartas a su hermano Theo le expresó: “siento una necesidad enorme de, ¿debo decir la palabra?, religión, así que salgo al aire libre para pintar estrellas”.
Se había mudado a Arles, al sur de Francia, en busca de paz y tranquilidad. Pintó “Noche estrellada sobre el Ródano” durante un periodo en el que su salud mental se deterioró, sin embargo, ese momento tormentoso de su vida, no se refleja en el cuadro, todo lo contrario, se aprecia calma y serenidad.
La obra a menudo la confunden con “Noche estrellada” -otra de sus pinturas nocturnas, y quizás la más famosa- por tener estilo y temática similares, aunque diferentes en las emociones que transmiten.
Lo que hace que “Noche estrellada sobre el Ródano” sea verdaderamente especial, es el significado que tenía para Van Gogh. Fue la primera vez que dedicó todo un cuadro a representar la noche. Sobre la pintura escribió en una de sus cartas: “…finalmente las estrellas en la noche, de hecho las pinté en la noche, con una lámpara de gas…”
Es complicado hoy en día, trasladarse a París, para apreciar las obras de Vincent Van Gogh. Pero el firmamento, obra cumbre del creador, sí lo tenemos accesible fácilmente, y podemos extasiarnos viéndolo en las noches, desde cualquier lugar en donde nos encontremos. En esos momentos es cuando nos surgen sentimientos de humildad, al vernos tan pequeños ante la inmensidad del universo. Ante tanta belleza, solo nos queda darle gracias a Dios por hacernos partícipes de ese milagro, y por habernos dado a Vincent, y haberlo dotado de ese virtuosismo extraordinario que nos ha dejado en sus pinturas
Lionel Álvarez Ibarra
Marzo, 2021