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Mi tía Esperanza

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(Por: Lionel  Álvarez Ibarra)

.-Esperanza es la última tía que me queda por el lado de mi madre. A pesar de ser la mayor, sobrevivió a sus otras tres hermanas: Caridad, Alegría y Prudencia. En ocasiones me pregunto si esa longevidad tiene algo que ver con aquello de que «La esperanza es lo último que se pierde».

Luego de que enviudó y todos sus hijos emigraron, se quedó sola en aquel caserón, y costó algo  convencerla a que se viniera a vivir con nosotros. Es una mujer risueña y de mucha fe. Poco la invitan a fiestas y celebraciones, pero es infaltable en los momentos de tristeza y angustia. Cada vez que nos sentimos decaídos, allí está ella dándonos ánimos y diciéndonos que todo pasará y volverá a estar bien. Es algo gracioso porque a veces me recuerda a un personaje de una serie de televisión que se llamaba ¨La reportera del crimen»,  una señora que siempre estaba en el lugar y en el momento del homicidio ¡Que casualidad!  Y así es Esperanza, cuando todo va bien nadie piensa en ella, ni la buscan; pero en los momentos de temor, cuando las cosas van mal o no tenemos certezas acerca de cómo saldrán, allí nos acordamos de ella y algunos hasta preguntan: ¿Ya le avisaron a la tía Esperanza? Cuando tenemos algún ser querido enfermo de gravedad y el miedo nos invade, es cuando la luz de la esperanza se enciende. Esperanza es:  «temer lo  peor pero anhelando lo mejor».

Hace unas semanas la tía nos acompañó a despedir al último hijo que nos quedaba en Venezuela. Me había aconsejado los días previos, a hacerlo con entusiasmo, sin tristeza, como para que se fuese más tranquilo. Pero cuando alzaba a mis nietas para abrazarlas y besarlas, las piernas me flaquearon, estuve a punto de llorar, y no lo hice porque detrás estaba ella, que me soportaba para que mostrara mi mejor sonrisa, haciéndoles sentir que era un viaje corto, de rutina y que  muy pronto nos reencontraríamos.

Esa noche mi mujer estaba muy triste, luego de ver partir a sus nietas que tan apegadas a ella habían crecido. Traté de darle ánimos como lo hace Esperanza conmigo, pero fue como peor. Ella no cree en el optimismo de Esperanza, hasta se molesta: ¡Cómo me va a decir que esto va a mejorar! ¡Esto no lo arregla nadie y cada día va a estar peor! repetía entre sollozos.
Entendía la desdicha de mi esposa, pero defendí a la tía Esperanza, porque no era justo que descargara todas sus rabias y ansiedades en ella. Por supuesto que Esperanza está clara, ella sabe que la situación es crítica y vamos por mal camino; pero tenemos que entender que  la plaga que nos ha atacado no es poca cosa, una peste ideológica de las más malignas y peligrosas, dispuesta a todo y es precisamente en la desesperanza de la gente -y con un sistema inmunológico debilitado- por donde busca avanzar y hacer metástasis.
Estamos claro de que nunca debemos colocar la esperanza más allá de los límites de las probabilidades y de la razón, eso lo que nos puede conducir es a terribles desencantos. Una esperanza infundada es consuelo de tontos, pero una «razonable» puede ser de gran ayuda.

La esperanza es una de las emociones positivas más importante que podemos experimentar de frente al futuro; las otras son: la fe, la confianza, la seguridad y el optimismo. La esperanza y el optimismo siempre van de la mano, se la llevan muy bien, y es como una hermana para la fe. Todas han sido objeto de innumerables estudios empíricos por parte de la psicología positiva.  La buena noticia es que los investigadores han conseguido que se pueden aprender y desarrollar y que podemos «cultivar» esas emociones. También han encontrado que la esperanza constituye una fuerte barrera a la depresión.

Mi tía sigue en casa, siempre optimista y de buen humor. Me encanta estar con ella y siento que me hace mucho bien su compañía. Hago caso omiso a las ocasionales críticas de mi mujer que la tilda de ilusa y tonta por seguir pensando que las cosas en nuestro país van a mejorar. No se cuánto tiempo más la seguiremos albergando, pero no quiero que se vaya, deseo seguir sintiendo sus abrazos y reflexiones, no quiero perder mi ultima Esperanza.

Lionel  Álvarez Ibarra
Febrero 2021

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