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Mi experiencia con la pandemia

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(Por: Lionel Álvarez Ibarra)

Por muchos años, mi esposa me advirtió de la importancia de aprender a cocinar. Siempre me lo decía. Por lo general lo acompañaba con un: “Tú nunca sabes…un día que yo no esté…una emergencia…nada cuesta preparar un arroz….”

La necesidad o la motivación para salir de mi zona de confort, nunca se presentó. Pero hace unas semanas, en este año de pandemia, mi esposa comenzó a sentir algunos malestares: una fiebrecita, un dolorcito de cabeza…Un sábado en la mañana, me envió un WhatsApp, en donde me decía que, considerando que los malestares continuaban, había decidido aislarse, como una medida preventiva, hasta asegurar que no se tratara del corona virus. Utilizó para confinarse, la habitación de servicio, que prácticamente convirtió en su  “búnker”.

Para el almuerzo del primer día de aislamiento, comencé a contactar por teléfono a algunos restaurantes que sabía tienen entrega a domicilio. Todos me dijeron que no tenían gasolina para el despacho. Seguro que mi esposa escuchó, porque enseguida oí a lo lejos que me gritaba: ¿pero por qué no montas unos espaguetis?; ¡Eso es facilito! Si quieres te voy diciendo como se hace.

Desde la cocina, tenía una visión parcial de la habitación de servicio. Sería entonces una especie de curso «semi presencial», porque de vainita podía medio ver a la «chef profesora». Así se inició mi primer curso improvisado de cocina. Desde lejos escuchaba: “Ralla dos tomates, dos cebollas, pica ajoporro en trocitos…”

El domingo en la mañana me dijo: te voy a explicar cómo hacer unas arepas. Entendí entonces que el  curso era intensivo de verdad, porque hasta los fines de semana estaban incluidos. La clase dominical inició: En un recipiente con agua…media cucharadita de sal…dos tazas de harina…amasa…déjala descansar …volver a amasar…Fue un domingo memorable, porque hice ¡las primeras arepas de mi vida!

Así fue transcurriendo la semana, aprendiendo platos diferentes: arroz, espaguetis, salsas, ensaladas, cremas, sopas, milanesas, bistecs, tortillas…Todos eran “mi primera vez”. Considero que, para ser «la primera vez», fueron pocos los errores que cometí, como sumergir el manojo de espaguetis estando el agua todavía fría, o el tratar de voltear la arepa prematuramente, desprendiéndosele  la conchita.
Y hablando de concha, cuando hice la crema de auyama, descubrí lo duro que tiene la cáscara, tan dura que me resentí del dolor de la muñeca -de mi «síndrome de Quervain»-. En ese momento pensé: «voy a pedirle a mi traumatólogo, la Dra. Lau, que me prepare un informe en donde recomiende, que no me asignen a la cocina, que preferiblemente me ubiquen en otras secciones en donde pueda desarrollar mejor mis fortalezas y competencias».

Cada vez que terminaba un plato, le servía a mi esposa. Se lo colocaba en una mesita que había dispuesto en la entrada de la habitación. Todos los platos les parecían excelentes, los conseguía ¡exquisitos! Eso sí me preocupó, porque uno de los síntomas del corona virus es precisamente  la pérdida del gusto y del olfato. Me preguntaba: ¿será que está perdiendo el gusto?; ¿o está tratando de halagarme para que quede fijo en el puesto?

Al séptimo día de aislamiento, ya era tiempo de realizarse la prueba de detección del Covid. Fuimos al laboratorio ¿y el resultado?   ¡Negativo!
Estoy comenzando a creer  que lo de mi esposa fue más «Coba» que «Covid», todo para hacerme cocinar. Más de cuarenta años insistiendo -sin éxito- en que aprendiese, para que viniese este Covid y en menos de una semana lograrlo.
Gracias a Dios, que se descartó el Covid, porque comentan los afectados, que el virus deja resabios, no solo de salud, sino financieros. El paciente podrá recuperarse, pero la deuda que queda con la clínica ¡es de morir!

Todos tendremos experiencias y lecciones que recordar de este terrible año de la pandemia. Muchas tristes y dolorosas. Debemos estar agradecidos, los que podamos contarlas. He decidido no guardar malos recuerdos, solo conservaré los buenos momentos, y entre ellos estarán: la decisión responsable e inteligente de mi esposa de aislarse (que aprecio como una demostración de amor), mi  incursión en la cocina y ¡mis primeras arepas!

Lionel Álvarez Ibarra
Diciembre 2020

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