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Los dilemas de la oposición

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(Por: Nelson Acosta Espinoza)

Definitivamente la situación política del país lejos de aclararse se hace más confusa. Como ambigua o imprecisa pudiéramos caracterizar la conducta que exhiben gobierno y oposición. Por un lado, el oficialismo se empeña en organizar una elección parlamentaria en circunstancias altamente adversas. La pandemia, lejos de reducir sus efectos, aumenta el número de contaminados diariamente. Es obvio que el gobierno aspira que este hecho juegue a su favor. En sintonía con este objetivo y, utilizando todos los recursos del Estado, bajo la mirada complaciente. el Concejo Nacional Electoral, ha desplegado una intensa campaña electoral a todo lo largo del país.

En el otro extremo, la oposición luce confundida y desorganizada. Hasta ahora no ha podido desarrollar un programa o estrategia que sea compartida por los diversos grupos que la componen. Se ve afectada por lo que pudiéramos definir como una crisis de liderazgo. Acentuada por la iniciativa de Henrique Capriles y, hasta cierto punto, correspondida por la conducta desplegada por María Corina Machado.
Es evidente que una parálisis discursiva afecta a los diversos sectores que componen la oposición democrática. Esta circunstancia cuenta como un ingrediente que explica las dificultades para producir un cambio político e iniciar una transición de naturaleza
democrática.

En el marco de esta caracterización es pertinente subrayar algunos parámetros que proporcionan sentido a la presente coyuntura. Resalta, por ejemplo, la creciente desmovilización social a pesar de un contexto económico tremendamente adverso. Aunado a esta desmovilización habría que agregar la inexistencia de un proyecto político distinto a los vigentes con capacidad de interpelar a la ciudadanía y sembrar esperanzas en los corazones de la población. Es lógico suponer que ambas circunstancias están conectadas y se implican mutuamente.
Me parece apropiado destacar un rasgo característico de nuestra cultura política.
Históricamente han sido las ideas socialistas, en sus distintas versiones, las que han
hegemonizado el escenario económico en el país. Esta afirmación, puede parecer exagerada a los ojos de algunos lectores. Pero la economía venezolana ha funcionado bajo reglas de inspiración socialista. Y este hecho no es reciente. No se concreto bajo el régimen de Chávez-Maduro. Partidos políticos como Acción Democrática, URD, COPEY, MAS profesaron este ideario. Estas ideas se expresaron a partir del año 1958 en la conducción de la economía siguiendo los parámetros de la CEPAL y del “Plan quinquenal”, el cual se materializó con especial precisión en el ya famoso 5º Plan de la Nación, con su consabida dirección, profundidad y efectos nocivos.
No debemos perder de vista que Venezuela, a lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI, ha sido un petroestado. Aquí podemos observar una doble dinámica, El estado, desde que se descubrió el petróleo, ha sido autónomo con respecto la sociedad. Y la sociedad ha sido muy dependiente de la economía petrolera. Esta circunstancia cuenta para explicar el bajo nivel de organización cívica presente en la población y una cierta tendencia mesiánica que los inclina a depositar sus esperanzas de que alguien, un partido político fuerte o un caudillo que venga de afuera, solucione sus problemas. Aquí encontramos la génesis del caudillismo encarnado por Chávez.
En párrafos anteriores apuntaba que estamos sufriendo una suerte de parálisis discursiva.
Con esa expresión quise significar que los parámetros o relatos a través de los cuales
“leemos” la realidad no han cambiado desde el siglo pasado. No ha ocurrido una ruptura sustantiva en nuestra cultura política, Quizás aquí encontremos una de las causas que explica la dificultad de la oposición de organizarse y presentarse como alternativa al madurismo y a la cultura política prevaleciente en el país.
En el marco de lo aquí expresado, participar o no participar en la venideras elecciones
parlamentarias no es relevante. Lo prioritario es organizarse alrededor de una propuesta país que sustituya sustancialmente a la que ha prevalecido a lo largo de nuestra historia. Es indispensable abrir las puertas a la Venezuela post petrolera y post populista.
Guardando las distancias, es posible afirmar que estamos en presencia de un escenario parecido en el que actuó la generación del 28. ¿Qué quiero decir con esta afirmación? ¿Estamos a la puerta de salida de un gobierno autoritario e intolerante? No tengo dudas que el dispositivo político, económico y cultural que ha hegemonizado la sociedad venezolana está agotado. A pesar de esta circunstancia, insisto, no se ha construido una alternativa y, hasta el momento, no ha aparecido el actor colectivo que la encarne.

Soy del criterio que aquí reside la raíz de la crisis que estamos confrontando. Y, desde luego, la salida se encuentra en la elaboración de un nuevo proyecto político, económico y cultural. Un punto de partida es desprenderse del ideario socialista, abierto o disfrazado, que todavía sigue presente en nuestros viejos y nuevos partidos políticos. Desde luego no es tarea fácil.
El socialismo en sus diversas versiones forma parte constitutiva de la doctrina de los
partidos políticos en el país.
Soy de la idea que es indispensable abrirse a la compresión de las ideas liberales e intentar que las mismas proporcionen sustento a las prácticas políticas alternativas. Por ejemplo, Jame M. Buchanan, escribió extensamente en contra de algunos modelos teóricos que promueven directa o indirectamente la intervención estatal a expensas de la libertad individual y la prosperidad general. Para el liberalismo clásico, las sociedades se benefician de la motivación individual para perseguir el propio interés, siempre y cuando esa búsqueda se guíe por preceptos éticos y legales, y por restricciones a la esfera política.
“Las alternativas buchanianas al populismo son introducir restricciones monetarias, fiscales, e institucionales a la manipulación hegemónica; adoptar mecanismos de control ciudadano a la discrecionalidad del líder, promover el respeto a la ley y la ética y reducir las oportunidades para la búsqueda de rentas, la corrupción y otras violaciones a los derechos individuales por parte de grupos hegemónicos”
En otros términos es indispensable derrotar la lógica socialista que dificulta o impide a las personas florecer como seres dignos, autónomos, capaces, y responsables.

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