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La primavera democrática

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Apropósito de las recientes protestas sociales en el país

(Por: Nelson Acosta Espinoza)

.-Dos son los meses que nos separan de la celebración de las elecciones legislativas del 6 de diciembre. Comicios, dicho sea de paso, que no ha provocado en la población el interés que se supone despertaría un evento de esta naturaleza. Particularmente en el sector que adversa al gobierno y siente que ha sido maltratado y desfavorecido por las políticas públicas diseñadas por la actual administración gubernamental. Por otra parte, bueno es recalcarlo la oposición, en sus distintas versiones, no ha podido hasta este momento interpelar apropiadamente a este segmento de la ciudadanía. La combinación de estos factores, falta de interés y dificultad de los partidos políticos para capitalizar esta circunstancia cuenta para explicar la propensión abstencionista que diversos estudios y encuestas han podido registrar.

Sin embargo, justo es reconocer, que la población no ha permanecido de brazos cruzados. Todo lo contrario. Se ha iniciado una suerte de Primavera Democrática (recordamos con este término a la serie de manifestaciones populares en clamor de democracia y los derechos sociales organizada por la población árabe en los años 2010-2012). En fin, los habitantes de Anzoátegui, Yaracuy y Margarita, así como  otros venezolanos en distintas localidades del país han salido a protestar y reclamar elementales derechos: provisión de agua, electricidad, gas, gasolina y otros servicios básicos para hacer viable la vida cotidiana. Estas voces, cada vez más numerosas, expresan su desafección con el régimen y enuncian, tácitamente, la necesidad de un cambio.

En cierto sentido se está configurando un sentimiento de desapego en relación a las circunstancias, económicas, políticas, sociales y culturales, que marcan la vida de la población. Y que han sido responsables del deterioro de la vida colectiva del país. Este embrionario cambio del relato hegemónico me atrevería a designarlo con el término de “Primavera Democrática”. Vale decir, una nueva “estación” política que podría abrir caminos para que el país transite hacia nuevos ordenamientos más a tono con las exigencias de la época. Expresado en otros términos, es tarea ineludible para los sectores democráticos la construcción de un nuevo relato que interprete, de sentido a la realidad y convierta en comunicación un nuevo proyecto político.

Existen, desde luego, un conjunto de circunstancias que pueden facilitar esta tarea. Una de ellas es el agotamiento de la narrativa oficial. Su capacidad para convencer está cada vez más comprometida. Ello explica el uso intensivo de la violencia y represión para neutralizar las protestas sociales. Igualmente, es posible constatar un proceso de división en sus filas. El chavismo ya no es el movimiento monolítico que fue en el pasado. Puertas adentro es posible observar la presencia de síntomas de disidencia que expresan grados crecientes de insatisfacción con la cúpula que ejerce el control del partido y gobierno. En fin, pareciera que una crisis de naturaleza orgánica esta por irrumpir en el seno de esta agrupación política. De producirse, la oposición tendría una gran oportunidad para formular y dar viabilidad al proyecto democrático.

Sin embargo, es bueno señalar que los sectores democráticos no están inmunes a las deformaciones que afectan a su adversario. Esta circunstancia, puede ser explicada por el hecho de que, hasta cierto punto, comparten parámetros de la cultura política que ha prevalecido en el país. No olvidemos que el socialismo, en sus distintas versiones, ha estado presente en el ideario de los partidos que conforman el universo político en Venezuela.

Retomemos la idea  y la significación que intentamos transmitir con la frase de “Primavera Democrática”. El término, como lo señalamos al inicio de este escrito, se deriva de los acontecimientos (ola de manifestaciones) a propósito del suicidio en la ciudad de Sidi Bouzid (Túnez) de un vendedor de verduras que se prendió fuego en señal de protesta. Este acto hizo estallar una ola de manifestaciones que llevaron el 14 de enero de 2011 a la caída del régimen de Zine el Abidine Ben Ali.

Soy de la idea que estamos a punto de experimentar una Primavera Democrática. Desde luego, distinta a la árabe, pero con motivaciones parecidas: búsqueda y profundización de la democracia y mejores condiciones de vida. La efectividad de esta “estación” política dependerá de la construcción de un relato político. De una narrativa que otorgue sentido a estas luchas populares y radicalmente las separe por igual, del relato  gubernamental y el de ciertos sectores de la oposición.

Para alcanzar este objetivo hay algunas condiciones que deben cumplirse. Quizás, la más importante, sea que un personaje/líder encarne el relato y que la narrativa se ajuste a una estructura de naturaleza temporal. Subrayar, por ejemplo, de dónde venimos, en qué momento nos encontramos y  hacia dónde vamos. Esta temporalidad, por así decirlo, debe contener una apuesta al futuro. Enfatizar la sociedad alternativa que se aspira.

Desafortunadamente, no ha hecho su aparición el líder que lo personifique y sea portavoz del futuro alternativo que aspira la mayoría empobrecida de la población.

Estoy consciente que estoy hablando en términos esquemáticos y militando en un creciente optimismo. Tengo la convicción que tarde o temprano llegara nuestra “Primavera Democrática”.

Aquí es válido seguir la conseja de Don Quijote: “Despacio, Sancho, que tenemos prisa…”

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