Arnold era ese tipo de ejecutivo que se creía, que si él faltaba un día a la compañía, ésta se vendría abajo. Era un verdadero adicto al trabajo, de sol a sol. Viajaba mucho y cuando regresaba, no se dirigía a su casa, se iba directamente a la oficina, cualquiera que fuese la hora. Se comentaba en la empresa, como una anécdota que, en una oportunidad, no se sabe por qué, le pidió al taxista que lo llevara a su casa, y por primera vez en mucho tiempo, llegó temprano. Sus tres niños estaban en el jardín, los saludó y les preguntó por su mamá. El más pequeño salió corriendo y gritando: ¡mamá…mamá…aquí está un señor preguntando por ti!
¿Qué hubiese pasado con Arnold, en estos momentos de pandemia? Quizás se hubiese visto obligado a trabajar desde su casa ¡el padre ausente hubiese aparecido! teniendo más oportunidad de acompañar a sus hijos en esa etapa tan importante como es la niñez, y seguro que lo reconocerían cada vez que lo vieran. Por lo menos, algo favorable le hubiese aportado la cuarentena.
Recordé a los hijos de Arnold esta semana, cuando me llegó un mensaje por Whatsapp. Se trata de unos interesantes comentarios sobre los niños en cuarentena, atribuidos a una educadora española, y dicen lo siguiente:
«Y qué pasa si los niños pierden el año escolar?
Y si en lugar de aprender matemáticas aprenden a cocinar? A coser su ropa? A limpiar? A cultivar un huerto, una planta?
Y si aprenden a cantarle canciones a sus abuelos o a sus hermanos más pequeños?
Y si aprenden a cuidar a sus mascotas y a bañarlos?
Y si desarrollan su imaginación y pintan un cuadro?
Y si aprenden a ser más responsables y estar más conectados con toda la familia en la casa?
Y si nosotros los padres les enseñamos a ser buenas personas?
Y si nosotros, padres, aprendemos lo mismo? Y si aprenden y saben que estando juntos y sanos es mucho mejor que tener el último teléfono celular de moda?
A lo mejor eso nos falta, y si ellos aprenden, a lo mejor no perdimos un año, a lo mejor ganamos un tremendo futuro».
Indudablemente que son comentarios ¡para reflexionar!
Desde inicios del siglo se ha venido hablando de los «Millennials«, un anglicismo con el cual se hace referencia a las personas nacidas entre los años 1980 y 2000, también denominados la generación ‘Y’. Nacieron en pleno auge tecnológico y desde niños manejaron con destreza las tecnologías digitales, envueltos en redes sociales y en una sociedad virtual.
Para ellos, el acceso a internet es tan importante como el aire que respiran e indispensable para mantener su estilo de vida, pegados a una pantalla. Son jóvenes con pensamientos más abiertos en cuanto a preferencias sexuales, relaciones abiertas que no impliquen algún tipo de compromiso y una vida más liberal.
Dentro de dos décadas, quizás encontraremos una nueva generación que los sociólogos llamarán «generación Covid«, y los historiadores explicarán que se inició durante la terrible pandemia del 2020, cuando los padres se vieron obligados a confinarse en casa, tuvieron que retomar sus deberes como guías de familia, y se convirtieron de nuevo, en modelos y maestros de sus hijos, labor que desde generaciones anteriores habían delegado en las escuelas y en otros. La cuarentena enseñó que la formación y educación impartidas en casa, no eran transferibles.
Una «generación Covid» formada por personas con las mismas destrezas tecnológicas de sus padres, pero con principios y valores cívicos, morales y espirituales bien fundamentados. La pandemia hizo recordar que, es solo en el hogar, donde los seres humanos pueden ser formados para la vida, la convivencia, el respeto por el otro, y donde se siembran las semillas del amor, la honestidad, la humildad, la solidaridad, la justicia…
Lionel Álvarez Ibarra
Septiembre 2020.