(Por: Nelson Acosta Espinoza)
.-El Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió extender el lapso previsto para la inscripción de candidatos a la Asamblea Nacional. El plazo para las postulaciones será prorrogado. Esta resolución ha estimulado un intenso debate en torno a la pertinencia de participar en este evento. Distintos actores se han pronunciado. Unos a favor y otros en contra en relación a la conveniencia de atender a esta convocatoria.
Una opinión que vale la pena resaltar, entre otras, es la de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV). El 11 de agosto está institución emitió un polémico documento en donde advierte que la sola abstención no basta.
Señalan que una política diseñada en esos términos podría llevar a la inmovilización y al abandono de la acción política. Esta posición, igualmente, es compartida por respetables investigadores y formadores de opinión en el ámbito de la política. “Por omisión la oposición no va a ganar nada” esta es la opinión del politólogo Luis Salamanca. Advierte que frente a un régimen
autoritario se debe luchar en todos los terrenos, principalmente en el electoral que es donde la oposición mayores avances ha obtenido en los últimos años.
Desde otro ángulo, el padre jesuita y politólogo José Virtuoso opina que votar en un proceso electoral viciado no resolverá la crisis política que atraviesa el país y propone a la oposición activar una campaña alternativa que invite a la movilización.“Esto implica recuperar el activismo político local que se materializa en la visita casa por casa, el mensaje directo, en la entrega de
material a cada uno de los ciudadanos, en concentraciones pequeñas y grandes”. Por su parte, Juan Guaidó plantea fijar posición política y no participar en estas elecciones que califica como fraude. Pide unidad en torno a tres líneas estratégicas: 1) “Denunciar, rechazar y desconocer el fraude parlamentario” 2) “Convocar a los venezolanos a una consulta popular” 3) “Activar una agenda de acción de movilización nacional e internacional.”
Desde luego esta polémica, a mi juicio, debería inscribirse en un contexto más amplio. Por ejemplo, seria de un alto nivel ilustrativo relacionar esta controversia con la forma como históricamente se ha asumido la práctica democrática en el país. En este sentido, es importante hacer notar la presencia de un conjunto de circunstancias que inciden negativamente y ponen en riesgo el futuro de esta cultura política. Mencionemos algunas: perdida de interés en la política, decrecimiento de apoyo a la democracia como mejor sistema de gobierno, merma de la confianza en las instituciones políticas y en los políticos. Estos son algunos de los signos que expresan la insatisfacción ciudadanía en relación a la forma como es practicada la política en el país.
Aquí vale la pena detenerse. Y pasearse por la idea, comentada por diversos analistas, según la cual estamos en presencia de una suerte de autoritarismo electoral. En otras palabras, la celebración de elecciones ha permitido ocultar el proceso de desmantelamiento a que ha sido sometida nuestra democracia.
Me parece importante subrayar esta idea: desmantelamiento democrático de la democracia.
Lo que intento recalcar es que en la actualidad estos sistemas políticos no colapsan al ruido de golpes militares. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de Gobierno en la Universidad de Harvard han investigado los
caminos institucionales a través de los cuales las democracias pueden colapsar. El resultado de esta investigación ha sido el libro publicado en el año 2018 How Democracies Die (Como mueren las democracias). Este magnífico estudio contiene un completo análisis que describe los caminos institucionales a través de los cuales las democracias pueden colapsar.
De hecho, subrayan los autores, “lo común hoy en día es que el colapso de las democracias sea resultado de un proceso gradual, a veces silencioso, en el cual las propias instituciones de la democracia son empleadas para desmantelarla y así imponer un régimen dictatorial”. Las democracias mueren, entonces, en manos de las propias instituciones llamadas a protegerla. Sobre todo cuando la
democracia permite la elección de un líder populista que, una vez en el poder, subvierte los controles de la democracia liberal para imponer un régimen autocrático.
Este párrafo describe descarnadamente lo sucedido. Hemos llegado a un punto en el cual se han agotado los diversos relatos que proporcionaron sustento a los acuerdos políticos en el pasado. Los de la oposición y el oficialismo. Es en este contexto, entonces, donde debemos ubicar la polémica sobre la concurrencia a las elecciones parlamentarias. Para los sectores democráticos esta participación tendría sentido si su intervención estuviese orientada a transformar la molestia social en política. Y, a partir de esta articulación, definir un nuevo proyecto de país. Sin esta articulación la participación electoral solo servirá para agregar un tanto de legitimidad al gobierno de Maduro. Igualmente, pondría en evidencia la visión cortoplacista de esta dirigencia y su incomprensión del momento histórico que le está tocando vivir.
Para finalizar voy a insistir en la idea contenida en el libro “Como Mueren las Democracias”. Ciertamente, hoy día, no es mediante golpes y/o asonadas militares como se accede al poder. La institucionalidad democrática y, nuestro país es un ejemplo paradigmático, puede ser destruida democráticamente. Es decir muere en manos de líderes electos que hacen uso del poder para subvertir los mecanismos democráticos a través de los cuales fueron elegidos.
Hay que evitar, a toda costa, que esta distorsión suceda de nuevo.