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La construcción de una nueva hegemonía

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(Por: Nelson Acosta Espinoza)

Tuve oportunidad de observar de cerca una de las prácticas revolucionarias más extendida en procesos electorales. Me refiero a solicitar el voto y a cambio ofrecer un bien que puede ir de un plato de sopa a una bombona de gas. Desde luego no es la primera vez ni son esos los únicos bienes que se someten a intercambio. Existe toda una cultura clientelar inscrita en el día a día de las rutinas de naturaleza electoral del oficialismo. Estas prácticas, a nivel nacional, han constituido políticas de estado en nuestro país. Su concreción se expresa en una maraña de subsidios y bonos para la población de bajos ingresos con el propósito de obtener su lealtad hacia el régimen.
Las venideras elecciones parlamentarias pondrán a prueba la eficacia de estos usos
asistencialistas. El gobierno no tiene alternativa. Debe obtener mayoría en el parlamento para poder sustentar su nuevo proyecto geopolítico. De hecho el mismo ya se encuentra en marcha (Ley Antibloqueo). Con el apoyo de países como Rusia, China, Irán, Cuba, entre otros, el oficialismo intenta ensayar una nueva vía de desarrollo socialista. Desde luego, esta tarea estará supeditada a la construcción de una mayoría, no solo electoral, sino también política.
No hay que pensar mucho para llegar a la conclusión que alcanzar este objetivo no será nada fácil y, pudiera ser interpretado, como parte del proceso de deterioro que está experimentando la revolución chavista. En otras palabras, si los sectores democráticos evalúan correctamente la coyuntura y aprecian apropiadamente el escenario político existe la posibilidad de construir una opción que supere la socialista y la vieja democracia.
Vamos a decirlo con claridad. El madurismo y su socialismo se encuentran profundamente devaluados. Los graves desequilibrios existentes en el país exigen ir a la búsqueda de la construcción de nuevos consensos. Desafortunadamente, el oficialismo no comparte esta posición. Prefiere lanzarse por una vía de resultados impredecibles.
Volquemos nuestra atención al mes de diciembre. En este mes se llevaran a cabo dos
eventos trascendentes. Dos convocatorias: una para el 6D, las parlamentarias y la
Convocatoria para la Consulta Popular. Sobre estos hechos políticos es propio hacer las siguientes consideraciones. La primera elección, la parlamentaria, se trata de una acción inconstitucional al margen del Derecho. Un 70% de la población se abstendrá en señal de protesta y voluntad de cambio. Por otro lado está la convocatoria a la Consulta Nacional con carácter vincularte prevista a realizarse entre el 5 y el 12 de diciembre. Concebida como la respuesta política de las 27 agrupaciones opositoras firmantes del documento en el cual denuncian por fraudulentos los comicios del 6 de diciembre.
Sobre este último tema me parece apropiado hacer algunas acotaciones. La oposición
democrática, más allá de sus esfuerzos para propiciar un cambio en el país, se encuentra en una situación de debilidad y carencia de credibilidad política. No haber acabado con la usurpación, ni logrado el gobierno de transición y elecciones libres socavo su anclaje en la población. En el otro extremo el adversario. Tiene el control de todas las redes y los componentes del bloque del poder –Gobierno, PSUV, Alto Mando Militar y aliados circunstanciales- que exhiben una solida coherencia. Lo peculiar es su inclinación “legal hacia el autoritarismo”. Esta circunstancia ha sido definida como “democraturas”.
Regímenes autoritarios validados por el sufragio universal.
Los demócratas deben insistir y no desmayar. No importa que las circunstancias
coyunturalmente sean adversas. Es imperativo dar muestras de voluntad de lucha. Mostrar a la población que aspira a un cambio y a la comunidad internacional que los apoya que se cuenta con la voluntad para impulsar las reformas que sean necesarias.
Existe una dimensión del quehacer político que la dirección democrática no ha explorado en forma debida. Me refiero al papel de las emociones y los afectos en la construcción de las lealtades políticas. El chavismo ha perdido su capacidad de interpelar emocionalmente a la población. Existe un vacío afectivo que debe ser llenado de forma apropiada. Los esquemas organizativos por sí solo no son suficientes. Se hace necesario llegar al corazón del elector. Comprender que los sentimientos de pertenencia, de identidad determinan la visión que tienen los individuos de su papel en la sociedad.
En este sentido las fuerzas democráticas tienen una oportunidad excelente para recuperar y hegemonizar el espacio cultural y político del país. Este es un tema, desde luego, que va mas allá de lo estrictamente electoral. A mi juicio, sería necesario poner atención en dos tareas: primero, superar las trampas dicotómicas y populistas en las que ha caído parcialmente la oposición a lo largo de estos últimos años; en segundo lugar y, como consecuencia de la primera exigencia, habría que elaborar un relato de naturaleza transversal con el propósito de construir una nueva mayoría que ejerza la dirección política e intelectual de la Venezuela del porvenir.
La consulta del 6 de diciembre es una excelente oportunidad para ir construyendo esta nueva hegemonía que permitirá rescatar la democracia.

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