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Imaginar al otro

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(Por: Arnaldo Rojas)

.-Las mejores defensas para curar el fanatismo político son las herramientas del escritor: objetividad, humor, ironía y, sobre todo, la capacidad de imaginar al otro.  Así lo plantea Amos Oz, el escritor más importante de Israel en su libro “Contra el fanatismo” (2007), un conjunto de reflexiones muy oportunas en este momento en que recrudeció el conflicto entre Palestina e Israel, pero también para mantenernos alerta ante otros discursos que promueven el odio y la intolerancia.

Oz pasó su infancia en la ciudad tomada de Jerusalén durante la década de los cuarenta y se identificaba apasionadamente con las formas más militantes del sionismo. Posteriormente, se hizo activista pacifico. Consideraba la lucha entre palestinos e israelíes como “dos posiciones correctas y dos posiciones equivocadas”.

En su obra anteriormente citada afirma: “Creo que el síndrome del siglo 21 es el choque entre los fanáticos de todos los colores y el resto de todos nosotros”. También se pregunta cómo curar el fanatismo político y piensa que la respuesta es personal no colectiva. “El fanatismo no se puede curar con guerras y bombardeos de ciudades. Así como la enfermedad empieza con el individuo, debe curarse en el individuo. No hay recursos más eficaces que la sátira y el escepticismo para combatir la intolerancia. El humor es un poderoso antídoto contra el fanatismo. En particular la capacidad de reírnos de nosotros mismos nos hace inmunes al fanatismo. No he conocido nunca un fanático con sentido del humor ni un hombre con humor que sea fanático«.

“El otro antídoto -destaca- es imaginar al otro, no necesariamente para estar de acuerdo con él, ni siquiera para simpatizar o sentir empatía, solo para imaginarlo y así lograr la inmunidad contra el fanatismo ciego”.

El escritor refiere como su experiencia personal le ayudó en este sentido: “lo que realmente salvó mi alma fue la imaginación. Yo sentía una inmensa curiosidad. Cuando era niño, mi pasatiempo favorito era imaginar ¿Qué pasaría si yo fuera otro? Era lo que hacía por mi soledad como hijo único, con pocos amigos de mi edad, un niño que pasaba largas horas portándose bien en casa con sus padres. Esto me dispuso a jugar el juego de imaginarme al otro. ¿Cómo se ve desde el punto de vista de un árabe o palestino? ¿Hablan de nosotros como nosotros de ellos? ¿Como pueden no querernos?  Esta curiosidad, esta imaginación y el deseo de ser querido me salvaron de convertirme en uno de esos fanáticos”.

Para Amos Oz, lo medular del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. Es esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de corregir a la esposa, de obligar al hijo que sea médico o de enderezar al hermano, en vez de dejarles ser… El fanatismo comienza en casa, precisamente por la urgencia tan común de pretender cambiar a un ser querido por su propio bien”.

Antes de morir en el 2018, dejó una reflexión profunda. Para él la crisis en el mundo, en Oriente próximo, Israel/Palestina, “no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes, como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre el fanatismo y el pragmatismo. Entre el fanatismo y el pluralismo. Entre el fanatismo y la tolerancia”

Por eso planteaba que el primer paso para evitar el fanatismo y la intolerancia es pedirle prestados los ojos al otro, ponerse en sus zapatos, para entenderlo, reconocerlo y respetarlo. También es un primer paso para salir del egocentrismo moral, del autismo moral. 

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