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Fratelli Tutti: Una nueva educación para una nueva humanidad. VI Parte

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Columna: Violencia, Cultura y Religión

(Por: Pbro. Luis Eduardo Martínez Bastardo)

Lmartinezbastardo@yahoo.com
@luiseduardomb
@luemba22

Hoy por hoy la verdad ofende, molesta, genera escozor; la verdad puede poner en riesgo amistades, familias, relaciones humanas; hasta es considerada como un valor líquido o gaseoso. La verdad es mucho más que un concepto o una afirmación, el Papa Francisco la concibe como una compañera de la caridad y sostiene que: “la verdad facilita a la caridad su universalismo y así evita ser «relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado»”. No podemos seguir cultivando esta sociedad tan frágil y sensible a las cosas verdaderamente importantes. “Una cultura individualista e ingenua” puede cobrarnos en el futuro inmediato grandes vacíos y serios problemas de toda índole.
Hoy nos encontramos frente al capítulo quinto de la Carta Encíclica Fratelli Tutti, del Papa Francisco. Justamente el título de este capítulo evoca una palabra que está impregnada socialmente de una susceptibilidad odiosa y recalcitrante, de una sensibilidad que muestras atisbos de indiferencia, rechazo y hastío. El título es: Una mejor Política. Vale decir que se trata de uno de los capítulos más extensos, y de la misma manera de los que más densidad tiene dado la concepción de la política que
tiene el Papa argentino y la urgencia del tema en la sociedad mundial.
El Papa Bergoglio es consciente de las reacciones que puede generar en la opinión pública escuchar la Palabra política: “Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?”.
Ya este párrafo casi inicial del capítulo cuatro, nos deja con la necesidad de responder estas preguntas que son mucho más que retórica, forman parte de lo estructural, el punto en el que el Papa Francisco pone la mirada y el que espera que cambie la humanidad. Para simplificar la comprensión y manteniendo la metodología, nos acercaremos al análisis procurando evidenciar tres categorías.

La Política
Para el Papa, la política se concibe como una acción que posee una “visión amplia, y que lleva adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis». (…) capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas”. Realmente lo que emerge es una antropología política, es decir, una visión integral, trascendente, no solo en orden a lo sobre natural sino en orden a la amplitud profundamente humanista de la política como servicio. “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación”. Se evidencia la necesidad de humanizar el ejercicio de la política y de ponerla definitivamente en manos de la persona
humana sin utilitarismos ni pragmatismos.
No podemos negar las fallas estructurales en las que se desenvuelve la sociedad mundial, estas fallas no se resuelven con soluciones rápidas e improvisadas; con parches, esta manera de actuar ha generado “criterios obsoletos” que han agravado los problemas. “Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. (…) Convoco a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común»”.
Resulta muy interesante el verbo rehabilitar; este supone una carencia y una imperiosa necesidad perentoria. “La buena política busca caminos de construcción de comunidades en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar sus efectos disgregantes”.

El amor político
En una sociedad donde se ha causado tanto daño a causa de la política, donde es prohibido hablar de ella, se criminaliza, se persigue y se condena a quien habla de política, resulta contradictorio y muy difícil darle cuerpo y unidad a estas dos palabras. Hemos afirmado la visión antropológica de la política que tiene el Papa Francisco, “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana
y buscar una amistad social que integre a todos”; a partir de aquí se desprende lo que Jesús afirma en el evangelio como fundamento de la ley y los profetas (Cfr. Mt 22,36-40); en virtud de esto, es que la Carta nos invita “a reconocer que «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor»”. El
servicio de la política es una especial y altísima forma de caridad, de amor al prójimo.
Superando las mentalidades individualistas por medio de un desarrollado sentido social, podríamos lograr descubrir la caridad social, que nos hace amar el bien común, y el bien social que es el vínculo que une a las personas. “El amor social es una «fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos»”.
El amor es un impulso, es una nueva manera de hablar, necesaria, urgente, pero nueva, humana, llena de sentido. El amor nos invita a cuidarnos y a cuidar; es una llamada a socorrer y proteger, identificar y acompañar. En palabras del Papa: “Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”. […] Significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y
angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad» (…) «hay que hacer lo que sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana»”.

Educación para la solidaridad
Globalización, nominalismo, individualismo, reduccionismo, pasividad, utilitarismo, son palabras que contienen un significado concreto pero que dejan ver una realidad muy peligrosa y vigente en el lenguaje de Francisco: Cultura del descarte. Todas estas palabras forman parte de nuestro vocabulario implícito, es por ello que resulta “indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria»”, considerando que también yo soy prójimo, me hago prójimo. La acción que nos empuja hasta el alter, debe estar
acompañada de un gesto real, sincero, auténtico; es así que alerta el Papa argentino: «no se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando
detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad».
La alternativa para comenzar un proceso de aprendizaje más humano, que propulse la formación de la verdadera ciudadanía de la conciencia ciudadana, es la educación. “La educación está al servicio de ese camino para que cada ser humano pueda ser artífice de su destino. Aquí muestra su valor el principio de subsidiariedad, inseparable del principio de solidaridad”. Lamentablemente, en el
desarrollo del capítulo solo encontramos la mención a la educación una sola vez; resulta extraño que no haya echado mano el Papa a su propuesta contenida en el Pacto Educativo Mundial.
Las dimensiones que el Papa contempla son dimensiones complicadas de alcanzar fácilmente. “Acabar eficazmente con el hambre; apertura a todos; concreción real al concepto de familia de naciones; la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales; apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho; Cuidar la fragilidad. También en la política hay lugar para amar con ternura”. Para alcanzar esta propuesta tenemos que apostar por una educación nueva, si deseamos una nueva ciudadanía, debemos vencer el daño
antropológico que hemos permitido y comenzar a construir la nueva ciudadanía. Hay una necesidad de humanizar la política, quitarle el velo prohibitivo y generar la madurez ciudadana en el compromiso y transformación social urgentes.

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