(Por: Nelson Acosta Espinoza)
El saludo cordial sellado con un apretón de manos e intercambio de sonrisas. En la gráfica publicada en los medios Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, se muestra asertivo y Gerardo Blyde, representante de la plataforma unitaria, esboza una tímida sonrisa. Encuentro que debería reiniciar las negociaciones entre oposición y gobierno con la finalidad de reinstitucionalizar la vida política en el país.
En paralelo, la oposición democrática se encuentra discutiendo cual sería el mecanismo más apropiado para escoger un candidato unitario para las próximas elecciones presidenciales. Se espera seleccionar este aspirante a través del procedimiento de elecciones primarias.
La lucha unitaria tendría como objetivo fundamental lograr el cambio político, entendiendo, que es el único camino para detener el sufrimiento de millones de venezolanos. Esta afirmación constituye el fundamento doctrinario de esta plataforma.
A pesar de esta declaración y la buena intención que se desprende de ella no se asienta sobre una propuesta compartida con los grupos e individualidades que conforman la oposición democrática. No existe la formulación de una narrativa que se distancie radicalmente del madurismo y supere la que heredamos de nuestra inmediatez democrática.
Recordemos que en el pasado en forma suicida sectores opositores decidieron militar en la tesis abstencionista. Desde luego esta política generó desánimo, desaliento y alimentó en la población un cierto desencanto con el compromiso político y electoral.
Ahora bien ¿La celebración de unas primarias para seleccionar el candidato opositor para las futuras elecciones presidenciales es suficiente para emocionar a las ciudadanía opositora y derrotar este desánimo electoral?. Soy de la idea que de permanecer las actuales circunstancias en el campo opositor la concurrencia a unas primas es insuficiente para elevar el ánimo electoral y el compromiso con una alternativa a futuro. Tengamos presente que es imprescindible emocionar para convencer. La expresión tierra baldía es oportuna para describir cierta esterilidad discursiva y espiritual que prevalece en nuestro ámbito político. Voy a recurrir a una de los significados del célebre poema de T.S. Elliot.
“La tierra baldía” (The Wasted Land) es una metáfora que posa la mirada sobre la naturaleza humana, a veces baldía a veces fértil. Es en este espacio donde se libra la construcción alternativa que debería fracturar nuestra agotada modernidad política.