(Por: Manuel Barreto Hernaiz)
“En la política es a veces como en la gramática: un error en el que todos incurren finalmente es reconocido como regla”.
*André Malraux*
Es menester admitirlo, para tener buen juicio en política, hay que empezar por reconocer los errores. Se dice que en la vida los errores se pagan, y en política, se transfieren. Algo que observamos negativamente en ciertos políticos es que les importa más que sus ideas sean más interesantes que ciertas y coherentes. Con mucha razón Maquiavelo sostenía que las decisiones políticas, para servir de algo, deben regirse por unos principios más implacables que los que son aceptables en la vida diaria, para luego apuntalar aquella sentencia certera:… _»El principal error en política es confundir los deseos propios con la realidad»._
Hay ciertas cosas que no pueden cambiarse de acuerdo a la ocasión, ciertos límites que no pueden sobrepasarse, como compromisos que no pueden obviarse, ni principios que puedan traicionarse. El buen juicio en política es complicado. Significa encontrar un equilibrio entre la estrategia política y la política en abstracto, en compromisos imperfectos que siempre dejan descontento a alguien, muchas veces, a uno mismo.
El filósofo Mario Bunge advertía que el error es tan común en política como en ciencia, pero la corrección del error es menos frecuente en política que en ciencia, porque al político común le interesa más el poder que la verdad.
Ahora bien, si para un ciudadano de a pie errar es humano, para un político que se resiste a aceptar sus desaciertos, errar es una contingencia. Son errores que no matan. Pero marcan, postergan, y dividen. Tal como anotase W. Churchill:… _»La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política muchas veces»._
Es difícil entender que existan posiciones encontradas en cuanto a la apreciación de un hecho que, como todos lo sabemos, es ilegal e inconstitucional porque se alteran principios fundamentales de la actual Constitución, y se desvíe el tema hacia la discusión entre votar o no votar, con lo cual se ha creado confusión.
Los fanáticos del voto – así sea en un proceso fraudulento- deberían recordar los innumerables fiascos en el manejo de esa táctica de participación, particularmente todo en los tiempos tan críticos que estamos atravesando.
Mucho daño le está haciendo a la oposición esta diatriba «votar-no votar». Pareciera a veces que el adversario no es el régimen y la charada electoral qué nos pretenden imponer, sino que los enemigos somos nosotros mismos.
Sólo la lucha unificada y comprometida de los factores democráticos, con una dirección política bien orquestada, podrá ofrecer un concierto al porvenir.
(*) Errar es humano, perseverar (en el error) es diabólico
*Manuel Barreto Hernaiz*