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El Sarampión

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(Por: Manuel Barreto Hernaiz)

.-“Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón. Quien de viejo es comunista es que ya no tiene cabeza…”_  *             *Willy Brandt**

Buena parte de los estudiantes de aquellos 60′ y 70′  nos acercamos al marxismo. Pero dispersos y fragmentados en una miríada de minorías de variados colores, políticos y culturales. Algunos se inclinaban hacia un marxismo “tercermundista»; otros, rígidamente leninista; otros más, pasionalmente maoístas.           Hasta un excelente economista que hoy nos ilustra con sus diarios artículos, se hizo _»spartakista»_ … una corriente ideológica generada en el pensamiento de Rosa Luxemburgo… Otros se dieron su chapuzón en la Seine  buscando una interpretación del marxismo como si se tratase de una superciencia, muy doctrinaria y dogmática; otros, por vocación filosófica; en tanto que otros se presentaban como hegelomarxistas o filomarxistas.                

Así como tantos jóvenes de aquella turbulenta generación “Post Mayo Francés”,  que se debatía entre la melodía de Lennon y su “Let it be”, las teorías ecológicas emanadas de los movimientos verdes, las ideas libertarias contenidas en “El Hombre Unidimensional” de Marcuse, y lo complejo del contenido  de “El Capital” .         Muchos sin haber leído los pesados tres tomos de » El Capital» – me incluyo-   recibimos con agrado un apretado resumen ( Lire le Capital) escrito por el Profesor Louis Althousser, lo que nos facilitó la comprensión del asunto… Pero quien parece que no lo comprendió a plenitud fue la esposa del profe. Althousser, a quien éste ahorcó tratando de explicarle los principios de aquella ciencia. De esta manera         transitamos la senda del pensamiento  socialista, pues considerábamos que esa era la vía para alcanzar la libertad, la paz y la justicia. Eran tiempos que nos invitaban a esas experiencias que si bien habían fracasado en la mitad del mundo, pensábamos que tal vez “tropicalizándolas” podrían llevarnos a un  feliz porvenir.
Sin embargo, sería este convulsionado Siglo XXI, al cual no terminamos de ingresar precisamente por transitar un disparatado trayecto de nuestra historia, lo que nos demostraría con creces, el error de nuestro juvenil socialismo. Ya en mayo del 68 de aquella “Primavera Francesa” algo nos decía que había otros horizontes más amplios, más claros; puesto que los tanques soviéticos paseándose por Praga no era ninguna imagen que invitase a la unión. Como tampoco todo lo que describía Alexander Solzhenitsyn en su obra “Archipiélago Gulag”, donde una vez más surgían en la pluma de este científico e intelectual las voces de más de 20 millones de seres aniquilados; como también fueron exterminados otros tantos millones de seres por las caprichosa “Marchas” de Mao; por supuesto, sin dejar nunca de lado la barbarie roja personificada en un asesino que ocupa un insigne puesto en el Ranking Mundial de la locura comunista, nos  referimos al psicópata de Pol Pot. Si consideran indagar un poco más el por qué vemos ya no con desconfianza sino con terror todo el proceso histórico del comunismo, hay una obra de imprescindible consulta, “El Libro Negro del Comunismo”, libro a varias manos que apareció en 1997 bajo la coordinación de  Stephan Courtois, y en cuyo prólogo podrán leer: “Los autores del libro no han sido siempre extraños a la fascinación del comunismo. A veces, incluso, han sido partícipes, desde su modesta situación, del sistema comunista, ya sea en su refrito ortodoxo leninista-stalinista, ya sea en refritos anexos y disidentes (trotskistas, maoístas). Y aunque permanecen anclados en la izquierda −y precisamente porque permanecen anclados en la izquierda− tienen que reflexionar sobre las razones de su ceguera”.

Y es que más que un  fenómeno, una mutación o una metamorfosis, ocurre en personas que durante un tiempo de sus vidas tuvieron una determinada convicción o ideología, pero será precisamente el cúmulo de engaños, de desaciertos, de corrupción, de incapacidad, de negligencia en aquello que sirvió de referencia a seguir lo que les lleve a una esclarecedora metanoia .
Ejemplos de estos cambios son muchos. Allí está Albert Camus y su encuentro con “El Hombre Rebelde” quien triunfó sobre el atareado Sartre que se dejó llevar en la defensa del  GULAG estalinista, con una actitud tolerante ante las lacras del comunismo justificada en el pragmatismo político.
Referencias más próximas las encontramos en Rómulo Betancourt y varios de sus compañeros  de la Generación del 28, quienes también sufrieron de aquel “sarampión”; y aún luchando con tenacidad contra este parapeto de “Socialismo Siglo XXI” vemos a dos bastiones de aquella izquierda,  Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff, quienes tuvieron una amplísima noción de futuro.
Sin embargo, sería este convulsionado Siglo XXI, al cual no terminamos de ingresar precisamente por transitar un disparatado trayecto de nuestra historia, el que nos demostraría con creces, el error de nuestro imberbe socialismo.
¿Por qué?
Porque mientras que la Social Democracia, la Democracia Cristiana y el Liberalismo aceptan el sistema económico de mercado y la necesidad de un estado regulador y hasta partícipe del sector productivo, en la otra acera nos encontramos con un “Socialismo Siglo XXI” que dice distanciarse al del siglo XIX, pero resulta que nunca ha salido de él, puesto que sus enseñanzas surgieron a partir de aquellas teorías filosóficas, históricas y económicas y están encasilladas allí. Porque este sistema mediocre no acabó con las diferencias y los privilegios, sino que los ha intensificado; no ha generado riqueza y bienestar para todos, sino que los concentró en unos pocos; no logró respeto y dignidad para cada uno de los ciudadanos, sino que ha centrado como sagrado un modelo único, vetusto, y fracasado, mediante la burla, la iracundia y la intolerancia; y aún insiste en lograr igualdad, pero sólo haciéndonos a todos iguales en la miseria.
Porque en todas partes donde el socialismo fue puesto en práctica se demostró que conduce hacia la pobreza y el desorden económico.  Porque el socialismo se apoya primordialmente en el Estado y en la sociedad y no en el individuo con su responsabilidad y dignidad humanas. Como ciudadano, el individuo tiene deberes para con la sociedad en la que vive y está obligado a subordinarse a las exigencias del interés general o bien común, pero también tiene derechos derivados de su propia naturaleza racional que lo colocan por encima de la sociedad. Hablamos del sagrado derecho de defender a su familia, que en fin de cuentas, es la semilla que permite que la sociedad germine. Aun tengo pendiente ir a la tumba de mi papá y disculparme con él, pues ahora es cuando logro entender su sugerencia cuando discutíamos estos asuntos. Solía  decirme: – ¿ Para qué buscar en esos seres tan diferentes a nosotros lo que puedes encontrar en Jacques Maritain?-
Releyendo el “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano” nos encontramos  con esta sentencia: _… “Casi todos los latinoamericanos hemos sufrido el marxismo como un sarampión, de modo que lo alarmante no es tanto haber pasado por esas tonterías como seguir repitiéndolas —o, lo que es peor, creyéndolas— sin haberlas confrontado con la realidad. En otras palabras, lo malo no es haber sido idiota, sino continuar siéndolo”._
*Manuel Barreto Hernaiz*

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