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El romanticismo no va con la política

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Diálogo entre nosotros, la gente común

(Por: César Guillén Citterio)

El poder es difícil de evaluar y el deseo de justificarlo es demasiado complejo para tratarlo como una guía confiable hacia el orden perfecto. Como mejor funciona el equilibrio del poder, es si va apoyado por un conjunto de valores comunes y compartidos, porque ello reprime el deseo de derribar el sistema. El poder sin legitimidad provoca las pruebas de fuerza, la legitimidad sin poder solo provoca posiciones melifluas. El equilibrio reduce las oportunidades de recurrir a la fuerza y el sentido de justicia, el deseo de emplearla.

En nuestra actual realidad política, el liderazgo no puede seguir contrayendo compromisos con casos que no están en una perspectiva inmediata, ni suponer con ridículos espíritus novelescos que un grupo de nosotros por cuenta propia podemos regenerar al país. Tampoco inmiscuirnos en asuntos que no están relacionados con nuestra actual situación, nuestro interés inmediato debe estar alineado con la concreta realidad de país. Lo que sucede a nivel de la política internacional está muy lejos de nuestro alcance e influencia.

No alberguemos esos espíritus misioneros o redentores, que nos han hecho tanto daño en décadas, el “Gran acuerdo nacional” se convirtió en la “Gran conveniencia particular”. Debemos tener intereses acorde con nuestro presente y realidades, no seguir mirando al pasado pero tampoco hacer cálculos complicados del futuro, que sin sentimentalismos ni misticismos podamos llevar a cabo. Vale decir no podemos supeditarnos a algunos dirigentes políticos que tienen muchos “principios” pero pocos “finales”.

Los seres humanos con frecuencia no vemos las cosas como realmente son, sino como las queremos ver. No aceptamos lo bueno sino lo que nos gusta. Debemos deslastrar el cómodo silencio de los indiferentes, la historia está hecha de incertidumbres y el hombre con carácter debe estar dispuesto a vislumbrar, de allí que reducir todo a reparticiones de cargos entre facciones políticas, si bien no es condenable, no resuelve de fondo la gran crisis del país.

La tan dilatada esperanza en la ONU, a pesar de los expedientes, nos demuestra que los países buscan su propio interés antes que los principios morales y reaccionan de la forma más prudente. La larga guerra en Siria y lo de los talibanes, nos indican claramente que las naciones han buscado su propio interés con mayor frecuencia que sus principios elevados y han competido entre ellas más que cooperado. La vida no es en blanco y negro, y aun la terrible pandemia trajo un enorme beneficio para la capa de ozono.

Cada país ve las amenazas desde su propia perspectiva nacional, de allí que el cambio de posición sea el resultado de sus cálculos geopolíticos para su beneficio y no de ningún orden moral internacional. Hoy más que nunca, nada nos indica que esta conducta haya cambiado sustancialmente. Esto no es nuevo y todos los países tanto democráticos como los comunistas lo han practicado. Las personas tienen necesidades, las naciones solo intereses. La realidad es la única verdad.

Debe insistirse que la única vía comprobada para la inclusión y mejorar las condiciones de vida e impulsar el desarrollo, son la cultura del trabajo productivo no burocrático, la tecnificación profesional, la de transformar al campesino en granjero especializado, al artesano en fabricante, e insertar a la pequeña empresa familiar en los mercados locales e internacionales. Las medianas y grandes empresas deben tener el apoyo de las investigaciones del sector académico y de un estado solidario y promotor, no interventor.

Dejar a un lado el complejo del país rico, de la grandeza bolivariana, de la de un pueblo ingenioso para la trampa y la improvisación fraudulenta, de líderes inmaculados, cuyos resultados son más que evidentes. Finalmente, solos no podemos convencer ni imponer condiciones a nadie, por lo que  debemos tener aliados como apoyo en la recuperación gradual de Venezuela. No podemos renunciar a los principios de la igualdad y la libertad, pero teniendo la claridad que ambas abstracciones deben coexistir en un equilibrio difícil y pragmático. Esa es mi particular visión racional para los tiempos difíciles que atravesamos.

                                                                                    “La legitimidad y progreso de un estado, sólo es posible a través de un vínculo moderno entre la política y el mundo del trabajo”

CESAR GUILLEN CITTERIO/ FEDEPETROL-CARABOBO

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