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El Quijote feminista

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Columna: Mejor Vivir

(Por: Arnaldo Rojas)

.-Entre las muchas riquezas que contiene la inmortal obra de Miguel de Cervantes se cuenta su tratamiento de los personajes femeninos. En este aspecto el autor también fue un innovador ya que otorga voz propia y poder de decisión a las mujeres en una sociedad cerrada y profundamente patriarcal.

En esa sociedad en la que Don Quijote acomete sus múltiples aventuras y desventuras (Siglo XVI) el papel de la mujer no era otro que el estar sometida a los dictámenes del varón, su ámbito de autonomía femenino nunca excedía el del hogar, no tenia mas opciones que hacerse monja o convertirse en esposa y protegida de su marido. A esta mujer no se le podía presuponer falta alguna y debía de estar adornada de virtudes tales como la de ser limitada en el hablar, discreta en el mirar, digna en el proceder, diligente en el actuar y, sobre todo, sumisa y obediente.

Es especialmente significativo recordar que Dulcinea del Toboso, la protagonista, la mujer por excelencia del Quijote, no tiene voz propia. Sin embargo, otros personajes femeninos sí tienen discurso: desenfadadas y burlonas como la Tolosa y la Molinera (las mozas de vida disipada que le ciñen la espada y le calzan las espuelas a don Quijote en la parodia de su nombramiento como caballero  en una taberna); enamoradas y despechadas como Luscinda y Dorotea; ociosas y malintencionadas como la Duquesa; fingidas como Altisidora o la condesa Trifaldi;  reivindicativas como Ana Félix o movidas por la fe sincera en don Quijote, como la dueña Rodríguez.

Pero ninguna voz y actitud tan interesantes como la de Marcela en el capítulo 14 de la primera parte de la novela.

Públicamente acusada por Ambrosio de la muerte de Grisóstomo, que se había enamorado de ella sin ser correspondido, la pastora Marcela aparece en el entierro de este para reclamar su libertad ante unas palabras tan graves como las que le lanza el amigo de Grisóstomo, que la llama “fiero basilisco destas montañas”.

Lo que proclama Marcela es muy claro y contundente. ¿Por qué razón es culpable de que Grisóstomo se haya enamorado de ella? ¿Por qué razón es, además, culpable de que el desvarío de Grisostomo le haya llevado a la muerte? ¿Por qué razón deponer y sacrificar sus sentimientos más sinceros para contentar a alguien a quien no ama ni está obligada a amar? La respuesta de Marcela es la siguiente:

“Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos, con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos”.

Estas palabras hermosas, valientes y determinadas son todo un desafío a los prejuicios de la época.

Marcela es consciente de no haber provocado las esperanzas de hombre alguno, y por eso sostiene, con toda razón, que a Grisóstomo “antes le mató su porfía que mi crueldad”. Su decisión está clara y quiere que los demás la entiendan y la asuman con idéntica claridad: aún no le ha llegado el momento de amar, y “quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos”. Y esta determinación difícilmente puede defenderse con palabras más oportunas: “tengo libre condición y no gusto de sujetarme”.

Ante esta situación encontramos otro detalle importante. Como Don Quijote tiene como profesión la de caballero andante, está facultado para hacer valer la libertad de Marcela ante quienes se empeñan en condenarla, a pesar de una argumentación tan bien sostenida como la que ha esgrimido. Marcela es una mujer sola y enfrentada a muchos hombres en una estructura social dominada por ellos.

Por eso don Quijote recuerda, amparado por la autoridad que le confiere su condición, que Marcela es inocente, que su intención es comprobadamente honesta y que por eso debe ser “honrada y estimada de todos los buenos del mundo”.

Es justo destacar la tolerancia y la sensatez de Cervantes, pionero (en pleno siglo XVII, nada menos), a través de la pastora Marcela, en la defensa de la libertad de la mujer no solo a la hora de gobernar sus sentimientos, sino también a la hora de expresarlos en un discurso sólido, valiente y bien argumentado. Con la voz y la palabra de Marcela en Don Quijote, Cervantes se adelanta a la imprescindible reivindicación de la autonomía, la importancia, el protagonismo, los valores y la responsabilidad de la mujer en la construcción de una sociedad más justa, más libre y más igualitaria.–

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