(Por: Manuel Barreto Hernaiz)
Fue el político francés Charles de Talleyrand (1754-1838), ministro de Napoleón Bonaparte, quien con esta expresión, “El Principio del Fin”, aludiese a los primeros síntomas del derrumbamiento moral o material de una persona o empresa, quien la habría pronunciado cuando éste sufrió las primeras derrotas militares en España, a las que seguirían los desastres de la invasión de Rusia y el epílogo de Waterloo.
Así presentía Talleyrand que el imperio napoleónico se derrumbaría en poco tiempo.
En nuestro país esa apreciación del principio del fin de un régimen que va de salida ya se siente en todos los ámbitos. Acá nadie pone en duda que venimos transitando, como Nación, un camino surcado de incertidumbre, desasosiego y total indignación. Ya la idea de crisis permea todos los estratos, desvaneciendo las sentidas aspiraciones de progreso, seguridad y bienestar. Minuto a minuto aparecen noticias que dibujan un cuadro desalentador, un futuro más que paradójico, caótico y peligroso dibujado con la paleta de la desesperanza.
Ya se acaban las artimañas para ocultar la dura realidad: una inflación sin control, una impresionante devaluación de nuestra moneda y un endeudamiento que compromete el porvenir de nuestros nietos son tan sólo una fotografía de aproximación del desastre al cual nos condujo este régimen y sus secuaces.
Se percibe ese final pues este régimen no pudo cumplir en 20 años, ni podrá cumplir nunca, porque no cuenta con la capacidad, la formación, la dedicación, la moral ni el personal adecuado para emprender la impostergable tarea de sacar a la Nación de ese marasmo al cual él mismo terminó de llevarla… Si en algo tenía razon el Belcebú de Sabaneta fue en su premonitoria sentencia: «Hasta el 2021»
*MBH*