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El populismo impide el avance a la globalización

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(Por: César Guillén Citterio)

Diálogo entre nosotros, la gente común

En Latinoamérica, la revolución socialista, parece siempre el atajo para superar una situación marcada por la incapacidad de construir estados democráticos modernos y economías desarrolladas. Estas revoluciones han destruido todo lo que pretendían salvar. Primero la Mexicana, luego la Cubana, el desastre Nicaragüense y el experimento Venezolano, quizás el más estrepitoso fracaso. A pesar de haber tenido oportunidades en nuestra historia de avanzar hacia el progreso económico y social, las hemos desaprovechado. 

Hay que insistir en deslastrar nuestros prejuicios de razas y de región sometida por imperios foráneos. Existen dos mitos sobre las dos Américas: Norteamérica es reaccionaria y Latinoamérica es revolucionaria. La primera es mala y egoísta y la otra es noble y buena. Argumentos muy propios de la socialdemocracia latina, más cercana al populismo que al desarrollo. La globalización es una realidad irrefutable, con él Las fronteras se evaporan y las economías nacionales se diluyen. Desde los rascacielos hasta las más remotas aldeas un solo proceso arropa a la humanidad, y que llegó para quedarse.

La globalización estandariza sus redes y permite que pequeños y medianos productores vendan sus productos al mundo. En las comunicaciones, una revolución tecnológica une a la humanidad de una manera sorprendente. Mientras, a Latinoamérica le ocurre lo que a las repúblicas Italianas del renacimiento, que autosuficientes se fueron marchitando en el tiempo. Eran demasiado individualistas mientras el capitalismo creaba naciones como Francia e Inglaterra. Estaban a la vanguardia del conocimiento, pero al permanecer aisladas, se condenaron a la decadencia. Nuestro caso se agrava por estar técnicamente atrasados.

Cuando suben las cifras de la producción y del consumo, es lógico que se obtengan beneficios, los sueldos y los salarios constituyen una segura asignación a las clases laborales, dinamizando la economía. Aun con sus imperfecciones este proceso hace que la sociedad avance en pos de objetivos más dinámicos y justos. No se puede repartir lo que no se produce. La  tendencia actual es una política económica, que intente alejarse por igual del populismo que de la tecnocracia deshumanizada.

En Latinoamérica, sus líderes se vistieron con los trajes de Rousseau, Montesquieu, Jefferson, pero bajo esa ropa no tardó en asomar la cola el caudillo. Es el foro de Sao Paulo un reducto de ese pensamiento. Ese concepto de “izquierda” encubre mucho más de lo que aparenta y que conduce a errores de apreciación que mantienen el atraso en la región. Ligados a los intereses de cuba (País que como china, jamás ha conocido la vida democrática) sobrevive una izquierda arcaica, viuda del insepulto movimiento comunista mundial.

Todo el fundamento ideológico como las promesas de igualdad total, las dádivas, la ideologización, la manipulación de las minorías indígenas o de razas, no han sido suficiente para detener el descalabro. Sin la  democracia y una acertada política económica, lo social naufraga en la inflación y el estancamiento económico desencadena una dictadura totalitaria como mecanismo de control social y de sobrevivencia en el poder, acentuando cada vez más la burocracia paramilitar mientras más desfallece la economía.

Si potenciamos una verdadera unión económica, reduciremos la dominación extranjera de cualquier símbolo. Una integración sin prejuicios de razas, ideologías primitivas, ni nacionalismos idiotas, solo con objetivos comunes para la inserción sin miedo en la globalización y en la democracia liberal. El esfuerzo debe centrarse en la sociedad trabajadora, es la única e inexorable clave del desarrollo de Latinoamérica. Se sigue pagando un precio muy alto por la ignorancia, el populismo corruptor y la limosna.

“La vagancia viaja tan lenta que pronto es alcanzada por la pobreza y el vicio”

Cesar Guillen Citterio

FEDEPTROL-CARABOBO

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