(Por: Lionel Álvarez Ibarra)
La tradición cristiana supone que la tumba del Apóstol Santiago el Mayor, discípulo de Jesús, había sido hallada en Hispania -nombre con el que los romanos llamaban a la península-, en un lugar donde no existía sino una pequeña población romana, Iría Flavia. Un ermitaño dijo haber visto brillar varias estrellas en un campo cercano. Allá fueron, y encontraron lo que para ellos constituyó, con toda certidumbre, la tumba del Apóstol. Se creía que ese campo comenzó a llamarse, por ese motivo, “Campus Stellae”, o “Campo de la Estrella”, y que de allí derivó el nombre de Compostela. Aunque se trata de un relato cautivador, estudios posteriores confirmaron que realmente se deriva del latín «composita tella», que significa «tierra hermosa», un eufemismo por camposanto.
La posterior aparición milagrosa de Santiago, bajando como caballero celestial, y ayudando a los cristianos en la Batalla de Clavijo a luchar contra los musulmanes, incrementó aún más su fama y culto. Luego de la mítica batalla, Alfonso II, rey de Asturias, exhorta a todos los cristianos de la península a peregrinar a Santiago de Compostela, portando ofrendas como agradecimiento al Apóstol. Los cristianos comenzaron a creer fervorosamente que sus restos milagrosos tenían un poder de intercesión ante Dios.
Esa creencia, que llega a toda la cristiandad en una época de gran fe religiosa, va a provocar el fenómeno social más importante de la Edad Media: las peregrinaciones. El «Camino de Santiago» vino a hacer una de las tres grandes peregrinaciones cristianas -las otras eran la de Roma y la de Jerusalén-. Todo cristiano, se sentía motivado a hacer una de esas peregrinaciones en su vida, y la que tuvo más popularidad fue la de Santiago.
Venían de toda Europa, gente de diferentes clases sociales, muchos muy pobres que iban hasta descalzos. Algunos morían en el camino, lo que hizo que se creara una infraestructura de hospitales, posadas y casas de caridad para darles asistencia y alojamiento.
Seguían varias rutas, siendo la más popular la que venía de Francia y pasaba por Pamplona, Logroño, Burgos y León. De allí hacia occidente, en busca del campo de Galicia, donde al final de meses y a veces de años, los sobrevivientes venían a quedar absortos en la ansiada visión de las torres de la Catedral de Santiago de Compostela.
A mediados del siglo XX, la afluencia de caminantes mermó considerablemente, pero experimentó una notable recuperación en la segunda mitad de la centuria. El número de peregrinos que llegan a Santiago no ha parado de aumentar desde la década de 1990 y en 2019 alcanzó la cifra más alta desde que se tienen registros: 347 578 personas.
El Camino de Santiago continúa atrayendo y fascinando con su misterio a mucha gente. La ruta con más tradición sigue siendo «El camino francés», que parte desde Francia y recorre el norte de la península hasta Santiago (770 km). Cada peregrino elige en qué sitio de ese recorrido se incorpora, en función del tiempo del que dispone o de su capacidad física. Un lugar muy popular para iniciarlo es la localidad de Sarria, por ser el trayecto más corto, a solo 111 km de la catedral. El caminante debe adquirir una especie de pasaporte (Credencial del Peregrino) que debe hacer sellar en cada etapa completada, y que, al llegar a Santiago, le será requerido para obtener su «Compostela», documento oficial que certifica haber transitado por lo menos 100 km a pie y culminado el recorrido exitosamente.
Santiago es el patrono de España, y es difícil conseguir una familia española que no cuente entre sus miembros con un Santiago. Un nombre de los más curiosos que existen, pues de su origen derivan muchos otros. La Biblia se refiere habitualmente al Apóstol Santiago con el nombre de Jacobo, procedente del hebreo Ya’akov, que pasó al latín como Iacobus. La iglesia católica lo canonizó como San Jacobo, que en latín es Sanctus Iacobus, lo que devino en Sant Iacob y con el tiempo terminó siendo una sola palabra: Santiago. Así que Santiago es lo mismo que Jacobo, lo mismo que Jaime, lo mismo que Diego y lo mismo que Iago… todos son variantes en español del nombre propio hebreo Ya’akov.
El fenómeno histórico, político y religioso de la creencia en Santiago, ha estado tan arraigado en los españoles, que cuando colonizaron a América, muchas ciudades fueron fundadas con su nombre. Las más conocidas: Santiago de Chile, Santiago de Cuba, Santiago de los Caballeros. También son ciudades «Santiago»: Montevideo, Cali, Guayaquil y Caracas; sólo que, como en el caso de «Santiago de León de Caracas», el Santiago ha sido desplazado y por general no lo mencionan.
Lionel Álvarez Ibarra
Noviembre 2020