(Por: Lionel Álvarez Ibarra)
Venía Andrés caminando por la calle, cuando de repente….—¡Andrés! te veo viejo, canoso, demacrado, flaco…—le dice un antiguo compañero de la universidad que se lo consiguió de frente.—No solamente eso, estoy hasta cegato, —le interrumpió Andrés.
—¡Es lo que te faltaba! —exclamó el imprudente amigo.
—Sí, porque cuando te me acercabas, yo me pregunté: ¿quién será ese “cabeza e’ ñame” tan feo que viene allí?
Esta anécdota, vino a mi memoria recientemente cuando vi por YouTube, una conferencia de la doctora Marian Rojas Estapé, reconocida psiquiatra española, en donde explicaba tres diferentes reacciones que podemos experimentar cuando recibimos críticas y comentarios negativos.
La Dra. Rojas utilizó una experiencia personal para desarrollar su charla, y la inició diciendo: Si uno de vosotros se me acerca y me dice “Marian, que bufanda tan fea llevas”, tengo tres maneras de responderle. La primera es decirle: más fea serás tú…y a mi no me afecta el comentario, simplemente le he dado mi opinión.
La segunda es que yo piense: pero qué pena, yo que la he traído de México con tanto gusto, me la regalaron en una conferencia…con lo que me gusta el azul ..si es preciosa…y me quedo con la tristeza por dentro, y le doy vueltas …ya por la tarde decido ¡no me vuelvo a poner esta bufanda más nunca!
La tercera reacción es: a mí me gusta y me parece bonita, la bufanda es mía, no de ella…y para gustos y colores… y decido continuar llevándola cada vez que me plazca.
Cada una de estas tres respuestas provoca una reacción emocional, física y fisiológica diferente en el organismo.
La primera no me hace nada, pero si ataco así de frente, me puedo ir quedando sin amigos . La segunda me enferma, me sube el cortisol, porque me acabo tragando una emoción negativa y por lo tanto, empiezo a somatizar con dolores de cabeza, con dolor de estómago, con molestias… ya que todas las emociones que se guardan y que no se expresan, acaban saliendo en forma de enfermedad…¡todas! Cuando una persona no es capaz de expresar sus emociones, acaba doliéndole algo del cuerpo.
La tercera reacción es la sana, intenta uno que esa emoción que me ha generado esa crítica irreflexiva y desagradable, que me ha desestabilizado un poquito -porque nadie acepta bien un estímulo negativo-, logro sacarla de una manera sana para que no me perjudique.
Todo este análisis se origina de aquella reacción de Andrés ante los atolondrados comentarios de su amigo. Por muy deteriorado que luzca el semblante de una persona, no hay razón para sacárselo a relucir. Hay quienes escudan su imprudencia detrás de una supuesta sinceridad, sin tomar en cuenta que los amigos merecen ser bien recibidos, y si es con una sonrisa…¡mucho mejor! Es frecuente, entre los mismos compañeros de la tercera edad, echar broma y burlarse de los cambios consecuencia de los años. Hay que ser prudente, porque no sabemos que batalla interna está librando la persona en ese momento y si podrá evitar que esa crítica, a veces de mal gusto, lo afecte emocionalmente.
Recordemos las palabras de Tambor, el conejito amigo de Bambi en la película de Walt Disney (1942) cuando decía: “Si al hablar no has de agradar, te será mejor callar», una cita que deberíamos tener en mente para evitar comentarios que puedan herir los sentimientos de las personas. Si no puedes decir nada bueno …¡mejor no digas nada!
Líonel Álvarez Ibarra
Octubre, 2023