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Breve historia de la flojera

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Columna: Mejor Vivir

(Por: Arnaldo Rojas)

El cansancio y la pereza (o flojera, como le decimos en nuestro país) se han interpretado de diversas y hasta pintorescas maneras en cada época. Conozcamos algunas de ellas.

Por supuesto, tener flojera no es nada nuevo, pero lo que si resulta interesante son sus diversas interpretaciones a lo largo de los siglos. En «Holgazaneria: una historia», el escritor Philip Ball emprendió un viaje para descubrir y trazar la olvidada historia de la apatía, el fastidio y la negligencia para realizar algunas actividades, desde los monjes que vivían en el desierto hasta el mundo laboral actual. Compartimos algunos datos curiosos, registrados en este libro.

La bilis de la pereza

La preocupación por el cansancio y la flojera se remonta a la antigüedad griega. En la edad de oro griega de los siglos V al III a.C., la mayoría de los médicos creían que nuestra salud estaba gobernada por un equilibrio de cuatro fluidos llamados humores que circulaban por el cuerpo: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema. Varios siglos después, Galeno, el famoso médico griego, todavía atribuía la flojera a un desequilibrio en estos humores. Pensó que el cansancio y la pereza eran causadas por un exceso de bilis negra, que se elevaba desde el estómago hasta el cerebro, nublando el entendimiento y provocando desgano.

Peligro espiritual

En el siglo IV d.C., los primeros monjes y monjas cristianos vivían a menudo vidas solitarias en comunidades monásticas en los campos del norte de Egipto. A pesar que con este retiro buscaban una vida espiritual de contemplación, no podían evitar sentirse aburridos y apáticos. Sentir flojera era visto como un peligro espiritual que hasta tenía un nombre: «Acedia», con lo cual se referían a una fuerza demoníaca que suele atacar a mitad del día. Incluso, llegaron ponerle un apodo: El demonio del mediodía. Un monje llamado Evagrio Póntico, o Evagrio el Monje, también llamado El solitario (345-399), se hizo famoso por desarrollar un tipo de asesoramiento psicológico para atender a las personas afectadas por Acedia, es decir, por flojera.

De peligro a pecado

En el año 375 d.C., Evagrio, en base a su experiencia tratando a personas con acedia, redactó una lista de ocho malos pensamientos, u ocho terribles tentaciones, de todas las posibles conductas pecaminosas. Esos ocho males se transformaron en la Edad Media en los siete pecados capitales. La lista se redujo porque Gregorio Magno (o San Gregorio) combinó la acedia con tristitia (tristeza) y el resultado fue el pecado de la pereza (flojera). Cuando esa apatía espiritual pasó a llamarse «pereza», lo que se empezó a juzgar era si la persona estaba trabajando lo suficiente para su propia salvación. Tener flojera, por lo tanto, era visto como una falla moral, o sea, un grave pecado..

Los vampiros contagian flojera

Con el siglo XIX los vampiros entraron en la cultura popular y fueron vinculados al cansancio y la flojera. En la famosa novela “Drácula”, de Bram Stoker, y en cuentos góticos como «Carmilla» (Sheridan) o “Berenice” (Edgar A. Poe), las víctimas de los vampiros se vuelven lánguidas, agotadas, desganadas, demacradas y flojas. Estas historias de vampiros reflejan los esfuerzos de la ciencia médica por darle sentido a los síntomas de la desmotivación pero también buscaban dar una lección moral. Los seductores encuentros entre los vampiros y sus víctimas femeninas eran una advertencia sobre los riesgos de participar en actividades sexuales ilícitas.

Justificación machista

El cansancio y la flojera también se convirtieron en un problema de género. En 1874, el psiquiatra británico Henry Maudsley escribió que todos tenemos una cantidad limitada de energía corporal y que la energía de las mujeres se centraba principalmente en su sistema reproductivo, ya que esta es su función principal en la sociedad. Según Maudsley, las mujeres que malgastaban sus energías en actividades como leer, escribir y estudiar obstaculizaban sus habilidades reproductivas. Influidos por esta teoria machista, algunos médicos advirtieron que las mujeres que sentían flojera eran altamente sospechosas de dedicarse a tareas que no fueran domesticas.

Y así llegamos a finales del siglo XIX cuando aparece el psicoanálisis Según el enfoque psicoanalítico del cansancio y la pereza de Freud, la civilización misma es la que agota nuestra energía. Freud argumentó que el solo vivir en una cultura civilizada podía ser agotador porque gastábamos mucha energía reprimiendo todos nuestros deseos, opiniones y deseos socialmente inaceptables. Además, se nos va mucha energía en conflictos internos: el Ello, el Yo y el Superyo se mantienen en una lucha constante dentro de nosotros, provocando apatia y flojera.

Por supuesto, la ciencia médica ha avanzado mucho, y ha desmentido muchos de estos mitos e interpretaciones erróneas. La flojera o pereza actualmente se define como falta de ganas de trabajar o de hacer cosas y debilidad o lentitud en el movimiento. Una falta de disposición a la hora de realizar determinadas tareas o actividades que suele estar ligada a la falta de motivación, a la poca claridad en los objetivos o a la inexistencia de resultados.

De ahí que las tareas rutinarias, las que requieren gran esfuerzo o aquellas que se programan a largo plazo sean algunas de las que más flojera provocan. De manera que se recomienda revisar estos procesos para mejorarlos, hacerlos mas fluidos y, por tanto, mas motivadores. 

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