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Américo… Revelador de América

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(Por: Lionel Álvarez Ibarra)

.-Supe por primera vez de Américo Vespucio en la escuela primaria. Me lo presentaron así, con su nombre en castellano, por esa vieja costumbre de la península, de estar castellanizando los nombres propios extranjeros.

Su nombre original era Amerigo Vespucci, nacido y formado en Florencia. Su tío paterno, el ilustrado fraile Giorgio Antonio Vespucci, tuvo a cargo su educación. Ingresó en la escuela del Convento de San Marcos, allí  estudió astronomía, cosmografía, geografía y latín. Comenzó a trabajar como agente comercial a las órdenes de los Médicis, la familia más poderosa de Florencia. Cuando todo parecía indicar que iniciaba una vida de buen burgués en su ciudad natal, su patrono le pide trasladarse a Sevilla para encargarse de los negocios en esa ciudad. Llega en 1491, época en que comenzaban los grandes viajes de descubrimiento. Allí va a conocer a Cristóbal Colón, navegante genovés que estaba buscando financiamiento para su proyecto de encontrar otra ruta hacia las Indias, adentrándose en el Atlántico y navegando hacia el oeste.

Colón logra finalmente el apoyo económico de los reyes Isabel y Fernando de Castilla y Aragón, e inicia su viaje de exploración. El 12 de octubre de 1492, fecha señalada del descubrimiento de América, representa la culminación de su sueño. Regresa de ese primer viaje convencido de haber llegado a las Indias por occidente y hablando maravillas de las inmensas riquezas encontradas.

Eso hizo encender la imaginación y la codicia de aventureros y navegantes. Américo es uno de los que va a sentir la curiosidad, abandona su labor sedentaria de banquero en Sevilla y se embarca en un viaje  capitaneado por Alonso de Ojeda en 1499. Éste florentino culto no se va a contentar con hacer los viajes, va a escribir sobre ellos. Tenía el don de la escritura, lo cual hacía con elegancia. Narra  sus recorridos por las costas del actual Brasil y de la actual Venezuela, detalla sus paisajes, los encuentros con nativos, los contornos de las costas, ubicación de islas y penínsulas. Dirige sus cartas a personajes importantes en Florencia, pero luego éstas, llenas de información, van a circular por toda Europa.

Esas cartas fueron recogidas en dos obras, publicadas bajo su nombre, y en ellas, por primera vez, va a asomar la noción de que lo que se ha encontrado no era Asia sino que se trata de un descubrimiento trascendental. Se puede decir que Américo no fue el descubridor del nuevo continente, obviamente, pero sí el revelador de su existencia.

Los primeros cartógrafos europeos, que iniciaron la tarea de elaborar los mapas de los nuevos territorios, encontraron que una de sus  principales fuentes de información eran los relatos de Américo.

Cuando el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller completó su mapa, sintió la necesidad de darle una denominación y cómo lo que más se repetía eran las referencias de Américo, decidió colocarle su nombre. Para no desentonar con los otros continentes, que llevaban nombres femeninos, lo cambió por AMÉRICA.

El atlas de Waldseemüller, con el primer mapa de América, fue publicado en 1507 y a partir de entonces el nombre se impuso sobre otras denominaciones como «Nuevo Mundo» o «Indias Occidentales» como acostumbraban los españoles llamar a sus territorios conquistados.

Nunca imaginó Amerigo Vespucci que el arte de escribir lo llevaría a convertirlo en el único ser humano que le ha dado su nombre a un continente. No ha habido otro acontecimiento que haya demostrado de manera tan convincente, hasta dónde puede llegar la importancia de escribir bien y cuáles pudieran ser sus beneficios.

¡Anímese! ¡escriba! No espere ser un narrador consagrado, ni un Cervantes o un Américo para comenzar, hágalo por el solo placer de hacerlo. Está demostrado los beneficios que brinda a su salud el hábito de escribir. Existen inclusive terapias basadas en la escritura. Todos tenemos algo que contar y la necesidad de expresarnos, y nada mejor que hacerlo por escrito.

Los que ya cultivan el arte de la escritura, aprovechen el momento, ahora que las probabilidades de alcanzar un Premio Nobel de Literatura, son mucho mayores a que le den ¡su nombre a un continente!

Lionel Álvarez Ibarra
Octubre 2020

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