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Alexis de Tocqueville, un visionario de nuestro tiempo

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(Por: Manuel Barreto Hernaiz)

.-«Lo que más confusión provoca en el espíritu es el uso que se hace de estas palabras: democracia, instituciones democráticas y gobierno democrático. Mientras no se las defina claramente y no se llegue a un entendimiento sobre su definición, se vivirá en una confusión de ideas inextricable, con gran ventaja para los demagogos y los déspotas…»._.             *Alexis de Tocqueville*

A Alexis de Tocqueville se le ha considerado historiador, sociólogo, liberal. Lo importante es comprender su pensamiento, así como su sensibilidad histórica y política sobre temas que, justamente a 215 años de su nacimiento, aún no se terminan de resolver, tal como lo son la libertad, la igualdad y la democracia.

Proveniente de una aristócrata familia normanda, nace en Verneuil en 1805, precisamente año en el cual Napoleón se ciñe la corona imperial.

En una carta dirigida a su traductor, Henry Reeve, en 1837, expresa: «Vine al mundo en el final de una larga revolución que, habiendo destruido al antiguo Estado, no creará nada permanente. La aristocracia ya estaba muerta cuando empecé a vivir y la democracia aún no existía. Mi instinto, por lo tanto, no tenía cómo empujarme ciegamente para una o para la otra. En suma, yo estaba de tal modo en un equilibrio entre el pasado y el futuro…».

En 1830, a la edad de 26 años, viaja a Estados Unidos en compañía de su amigo Gustave de Beaumont, con el propósito de estudiar el sistema penal de ese país; sin embargo, en un periplo de nueve meses logró mucho más que eso, pues su obra clásica, _La Democracia en América,_ se convirtió en un documento de obligatoria consulta para la comprensión de las ciencias políticas y sociales contemporáneas.

En su obra nos lega el normando una sugestiva interpretación de la democracia basada en una concepción vigorosa de las asociaciones y organizaciones civiles, enfatizando en la importancia de las organizaciones sociales intermedias -aquellas que se encuentran entre el individuo y el Estado- para efectos del fortalecimiento de la democracia, sin las cuales la democracia estaría condenada al fracaso, por cuanto el gobierno tendería a desbordarse, al no encontrar contrapesos institucionales.

Una de las cosas que más atrajeron su atención, en su visita a Estados Unidos, fue precisamente la gran cantidad de asociaciones civiles existentes (iglesias, gremios empresariales, clubes deportivos y culturales).

Para Tocqueville, la vitalidad de estas asociaciones civiles hacía posible mantener a raya al gobierno, puesto que defendían las libertades civiles y económicas de una manera más eficaz que lo que podían lograr los individuos actuando aisladamente, como ocurría en la Europa de su tiempo. La apreciación conceptual que emana del pensamiento de Tocqueville se sustenta en una irreductible escisión entre lo estatal y lo asociativo, que debería conducir a la autonomía de la sociedad civil. La asociación voluntaria es lo que resulta de la conversión de lo individual en acciones compartidas, gregarias, comunitariamente manifestadas y que van de la dimensión privada a la pública. Y este sentido de dirección conduce a la solidaridad y al altruismo. Su valor radica en su capacidad para el desarrollo de una noción de lo común, de lo colectivo, de lo público no estatal.

Consideraba Tocqueville que el mayor riesgo de la tiranía no estriba en la tiranía en sí misma, sino en la facilidad con que ésta se degrada hasta caer en el despotismo, cosa que no puede ocurrir sin la complicidad de los miembros de la sociedad. Acotaba que donde las libertades políticas ni se ejercen ni se defienden, el festín autoritario prospera sin encontrar resistencia alguna, considerando el pensador este fenómeno como «el despotismo blando». Se trata de un acuerdo tácito, de un trueque silencioso entre los gobernantes y los gobernados. Los gobernantes contribuyen a preservar cierto grado de estabilidad que permite que los ciudadanos puedan acceder a un cierto mínimo nivel de bienestar económico. Los gobernados, a cambio, ceden de manera complaciente en lo pertinente a la administración del poder y la toma de decisiones de los gobernantes.

Renuncian, de tal manera, a ser ciudadanos para convertirse en meros siervos, por su postura automutilante y de doblegación ante el caudillo de turno. El peligro para los ciudadanos no es sólo externo, como lo acotara Tocqueville, sino que es interno, al inocularse esa inconsciencia de la servidumbre. Esa «servidumbre voluntaria», en la que el ciudadano se encuentra cómodo y seguro. Y cuán lamentable resulta cuando no nos percatamos de ello.

Y concluimos con las observaciones de Gabriel Cohn (Tocqueville y la pasión bien comprendida)… «De Tocqueville y de sus pares, aquellos que conocen su tiempo y que no retroceden frente a él ni son sordos a las razones de sus corazones aristocráticos, es posible exigir más. Lo que importa es ir hasta donde los tiempos permitan y cultivar la pasión bien comprendida. Ello tenía un significado preciso para Tocqueville: _Ser señor de sí, autogobernarse, ejercer la libertad…»._

*Manuel Barreto Hernaiz*

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