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Aislar los Sherlock Holmes de la política

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(Por: Nelson Acosta Espinoza)

La literatura policíaca es uno de los géneros creados por la modernidad. Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle, es expresión del espíritu racional que caracteriza la época. Su personaje arquetípico, el detective Sherlock Holmes  considera dos aspectos al resolver un crimen: se fundamenta en deducciones y se obliga a no adivinar nada y, finalmente, llega a conclusiones razonadas, como una máquina de lógica perfecta.

Fieles a la herencia de la ilustración, los personajes de estas obras  expresan  una mente desapasionada. Las emociones no jugaban un papel importante. Prevalecía el pensamiento racional. Después de todo, la ilustración es el triunfo de la Razón.

Esta visión permeó hacia otras áreas de la cultura. En estos ámbitos  operó como un dispositivo discursivo en el cual prevaleció la prepotencia racionalista. Los Sherlock Holmes de la política impregnaron con esta racionalidad la oferta y práctica política. Mantuvieron excluida la dimensión emocional.

Un impase perceptual generaba este exceso de racionalidad. Trasladado al plano estrictamente electoral los sectores democráticos no entendían como siendo “mejores” y ofertando propuestas más “atractivas”, los electores no se rendían con el voto masivo.

 La clave que explica esta contrariedad puede ser ubicada en el peso que las políticas racionales, al estilo de las novelas de Sir Arthur Conan, tenían en el diseño de sus estrategias. Se esperaba que las circunstancias económicas, por sí solas, fueran suficientes para ganar elecciones o destituir al presidente de la república. La realidad demostró lo insuficiente de esta aproximación.

Es indispensable que los demócratas amplíen su visión y práctica política. Maxime ante la proximidad de un  periodo en el cual se celebraran elecciones.

Un punto de partida podría ser asumir sin ambages que se ha abandonado el terreno de lo emocional (valores, sentimientos, emociones..) y se ha descuidado el conocimiento de la percepción ciudadana. En el pasado, el chavismo, construyó una oferta de alto contenido emocional y la artículo a un conjunto de significaciones patrias. Esta  hegemonía simbólica se ha venido a menos. En consecuencia, existe un espacio para el diseño de estrategias para articular a la oferta democrática la dimensión emocional de la política.

Es necesario construir un nuevo relato. Para ello es indispensable encontrar las palabras que emocionan y que acierten en el diagnóstico y en la propuesta. Igualmente, hay que experimentar la experiencia política con pasión´, ilusión y entusiasmo contagioso, abriéndola para acercarnos a las vivencias de nuestros conciudadanos y a partir de esta proximidad construir el liderazgo proactivo.

La nueva heroicidad y su culto han de ser la civil. Estoy consciente que esta breve reflexión se aleja de los imperativos tácticos presentes en la oposición democrática. Sin embargo, la discusión en relación a la participación electoral y la construcción de la unidad debe pasearse por estas consideraciones.

En fin, hay que aislar los Sherlock Holmes de la política.

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