Mi amiga Ofelia me comentó, con orgullo, que su hija graduada en Mercadeo y Publicidad desde hace 10 años, había sido invitada por el instituto en donde estudió, para que fuese oradora de orden en un acto de graduación. Minutos después llegó Ofelita, “la oradora invitada”. No la percibí muy contenta, todo lo contrario, me pareció molesta. Nos decía que la rectora le pedía que en sus palabras comentara sobre su experiencia profesional y les llevara a los muchachos un mensaje de optimismo ¡¿Pero qué mensaje de optimismo puedo dar cuando acabo de cerrar mi oficina porque me quedé sin clientes?! se preguntaba ¿Cómo los puedo estimular? Miren, este país se acabó y pasarán generaciones para que se pueda recuperar, algo que no verán nuestros hijos, concluía apocalípticamente.
De regreso a casa reflexioné sobre los comentarios de la hija de Ofelia. La verdad es que le sobran razones para sentirse deprimida, pero aún así, considero no debería asumir una actitud tan derrotista, y el discurso a los nuevos graduados por supuesto que tiene que ser de optimismo y esperanza, no porque sea fácil pronunciarlo, pero es cuando más lo necesitan. No se trata de engañarlos, esos muchachos están claros de la debacle del país…¡la están sufriendo en carne propia!
Ofelita me llamó al día siguiente. Me pidió que le diera alguna orientación de como enfocar el comprometedor discurso. Sólo le di algunas sugerencias, y con base a ello redactó un borrador que compartió conmigo y el cual les anexo:
Apreciados jóvenes:
En cualquier parte del mundo, un egresado universitario es llamado a que se incorpore de inmediato a las fuerzas de trabajo productivo. Cuando culminé mis estudios en este instituto, numerosas puertas se me abrieron para desarrollar mi carrera. Debo decirles responsablemente el día de hoy, que éste no es el caso de ustedes, porque los tiempos son distintos, el país ha cambiado.
Algunos posiblemente emigrarán buscando oportunidades y condiciones que en su propio país no consiguen; sólo pedimos a Dios que los acompañe y que, si es posible, regresen sanos y más sabios. Otros, los que no emigran, enfrentarán diferentes obstáculos para desarrollar sus talentos y necesitarán de mucha voluntad para superarlos. En el camino podrán sentir decepción, tristeza, rabia, impotencia, cansancio… Pero no es momento de quejas ni de lamentos, ellas no aportan nada a la solución. Es la hora de identificar sus mejores fortalezas y ponerlas al servicio de la reconstrucción de un país. Nunca la ignorancia y la maldad podrán vencer por siempre a la sabiduría y a la bondad. Ustedes tienen el conocimiento, la creatividad y la vitalidad, si a ello le agregan fe, perseverancia y coraje, tendrán más posibilidades de salir airosos. Nadie ha dicho que será fácil, habrá que arrancar desde cero, comenzando por resembrar principios y valores, que fueron los primeros cultivos en ser arrasados por la peste.
No se lamenten de sus circunstancias ni despotriquen de sus mayores por haberse dejado engañar por un timador astuto. Perdónenlos por haber fallado en la defensa de lo que teníamos, tomen en cuenta que muchos entregaron sus vidas y otros continúan luchando. Aborden la tarea de reconstrucción con entusiasmo, sientan con orgullo la responsabilidad que la historia les ha colocado sobre sus hombros, de luchar por principios tan nobles como la libertad, la justicia y la democracia, y comprométanse a entregarles una mejor Venezuela a sus hijos.
Nunca unos egresados habían conseguido tanto trabajo por delante como les ha tocado a ustedes. El país no está totalmente acabado, se está «reseteando» y el tiempo que tomará dependerá del aporte de cada uno de vosotros. Remonten esa empinada cuesta con fortaleza, un desafío que determinará con éxito el futuro de cada uno de ustedes. Que Dios los acompañe.
¡Ahora es cuando hay trabajo!
Lionel Álvarez Ibarra
Noviembre, 2023